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tig\los
y
santos pa stores, qu e p oniéndose en el caso de que
hubiel'a obi spos oprimidos, proveyeron lo convenien te, or·
denando la cele bracion de un Sínodo mayor, que reconside-
•
rase el j u icio pronuncia do; ó concediendo al P apa, en honra
de San Pedro, que nombrase nuevos jueces de la provinci»
vecina, y enviase, si qu ería, un legado; p ero sin que pu die-
ra decirse, que la sentencia de finitiva fuera suya, únicamen -
te suya, como le plugo á I sidoro.
L os curialistas que atri –
buyen el celo de Isidoro al d eseo de servir
á
los obispos, y
no de encumbrar al Papa, lean
a
su hermano L u po, que
injenuamente reconocía, q ue el
p iadoso .fiel
tuvo por obj eto
" reparar las vej aciones y e l abatimiento, que habia sufrido
la maj estad de la S illa Apostólica, y
la
jurisdiccion de la
Iglesia."
~4·.
P oder apoyado en un supuesto
fat.sodebe desapa.·ece.-.
Y b ien aho ra: si las decretales imputadas á los a ntiguos
P ontífi ces son e,·id entemente supuestas,
á
juicio de todos y
ele la misma Curia; ¿no debería ser paso natural, y pro pio
d e quien haga ala rde d e tener delicadeza, des poj arse vo–
luntariamente de unas fucultades, que se han poseido
á
causa de u n equívoco, de un supuesto falso? Y si ademas
hubiera de agregarse la fa lta de razones ó de conveniencia
pública, es decir, de bien espiritual en las iglesias, el estí–
mulo
subi r~a
d e punto, y ten dria un sentido imp ondera ble.
Lo que ha sido la fuerza de la espada en el Ól'(l en político.
h a sido en otra parte la fue1·za del engaño, para forma r esa.
conciencia ó esa op ini0n, que flor largos siglos ha rej ido al
mundo, y lo rij e todavía para su desgracia . Pero la fuerza
de cu alquier nombre, y el
tiem.poque vino en su auxilio, no
p ueden dar d erecho j ama
s. Digámoslo en alta voz: lo que
se apoya en un supuesto falso de be desaparecer.
¿O
le dará ,·alor la confi nnacion de Papas posteriores?
P ero asi come carecieron estos de poder para dar j enuini–
dad á documentos apócrifos, tampoco lo tuvi eron para dar
valor á unas decreta les, que no pudi eron dictar sus
prede~
ce.so1·es, de quienes heredaron la misma autoridad.
¿Dirán
los curialistas, que el fra ude, asi como la conquista, puede
servir de título á la posesion? P ero si los conq uistadores,
~poyad os
en una falsa opinion, pudieron decir en otro tiem-