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¡evelauo, y que nos la proponga como revei<1Ua
la Iglesiii'
Católica."
20.
Si lwi errores e11 la I glesia, no lo son en materias
•·eligiosas.
Abundaron en otro tiempo las prácticas y ceremonias ¡·i–
uículas, mas o menos propagadas en Jos pueblos á propor·
cion de la ignorancia. Los errores se multiplicaron en el
seno de las tinieblas, y erra ron los rebaños,
y
hasta sus pas–
tores. A un en el cuerpo del derecho canónico se encuen –
tran títulos y cánones sobre ma lefici os
y
purgaciones, ó lo
que en otro tiempo recibía el nombre de
j-uicios de Dios.
¿Erraría la I glesia y sus pastores, contra la promesa deJe–
sucristo? N o; porque a un permitiendo, que todos pensasen
d e igual modo, lo que no creemos, Jesucristo no ha prome–
tido su asistencia á los pastores, ni á los fi eles, para que no
incurrieran j amás en tales déspropósitos. Y por no ha berla
prometido sino para los puntos de fé, no ha tenido embarazo
el Card enal Belarmino en decir, que el 6.
°
Concilio gene–
ral fu é
engañado
p.orfalsos rumores, Cl'ando numero entre
los h erej es al P
apaHonorio,
sin entender sus e pístolas;
pues "aunque un Concilio general no pueda errar en la defi–
nicion de los d ogmas de fé, puede errar en las cuestiones
de hecho."
T::~mbien
el Concilio de Constancia
y
Mm·ti–
no V cond e naron el artícul o
18
de W iclef, donde entre
otras cosas se sostenía, que
las epístolas decretales eran
apocrifas.
-
Ademas, cualquiera que sea la confianza de la Curia en
sus pretensiones, nunca jamas pod rá convencer, que la I g le–
sia las haya creíd o, ó reputado las por verdades. Digan
nora buena sus doctores con el pad re Sua rez, que "la inmu–
nid ad eclesiástica es dogma de fé; asi como el poder de los
Papas pa ra deponer á los reyes herejes y pertinaces." No,
no: la I g lesia jamas ha creído tales dogmas, porque si los
hubiese creído, presentaría á sus e nemigos un argume nto
incontestable: por fortuna , el argum¡;n to es contra la
Cu~
ria , no contra la Jg lesia.