Table of Contents Table of Contents
Previous Page  234 / 438 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 234 / 438 Next Page
Page Background

-226-

les de Jesucristo y no de Pedro,' debían los obispos recibir–

las igualmente de Jesucristo y no del Papa, como pretendí«

Belarmino, cuya ase rcion nos propusimos impugnar. Pero

si hai un sentido en que puede decirse, como lo hemos ma–

nifestado, que los obispos reciben !inmecl iatamel)te deJe–

sucristo su autoridad, no ha lugar al argumento. Los que

noten diferencia entre los apóstoles y los obispos, tengan á

la

vi~ta

la índole de los negocios humanos; pues no ha de

ajustarse tan exactamente

á

unas mi smas reglas la Iglesia

que se iba form«ndo, y esta misma ya formada.

-Creó Dios

al hombre y la mujer, para que se propagara la especie; y

no obstante, los primeros hombres no aparecieron así.

:Mas

cualquiera que pudiese ser la diferencia entre los apóstoles y .

los obispos en algun aspecto, considerado el plan de Jesu–

cristo era el cpnjunto, era la Iglesia su divino pensamiento,

á

que los detalles estaban subordinados; y cuando. aparez–

can los pastores, no será en descrédito de esa idéa sublime,

sino para su realizac¡'bn y cumplimiento.

14.

Consta la autoridad de la l{(lesia, desde ante•· que se

escribieran los Evangelios.

Jesucristo predicó una doctrina, cuyo divino oríjen pro–

baba, no por su simple 'palabra, sino por la manifestacion de

las obras, que no podían proceder sino de Dios-"Si yo die–

se testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería vet:dad&-

1'0:

las obras que yo hago, dan testimonio de mí." Con este

primer paso en recomendacion ele la doctrina pt·edicada por

el Salvador, era fácil probar la autoridad de la Iglesia, cuya

existencia y autoridad pertenecían á los artículos de su en–

señanza.

Pero Jesucristo no predicaba en oculto sino á la

faz pública, y hasta sus enemigos le escuchaban para mur–

murarle. Asi pues, en público echaba los fundamentos de

su Iglesia, y hablaba de las facultad es y prerogativas que le

concedía, sin que nada quedase entonces por escrito acerca

de ellas.

San ]\_ateo, que fué el primero de los autores ins–

pirados, tomó la pluma para escribir su evangelio años des–

pues ele la asencion del Salvador; y San Juan, el último de

todos, escribió el suyo

á

fines del siglo 1.

0

El citado Abulense decia así-"no se prueba la autoridad

<le la Iglesia por los libros sngrados, sino a.[ contrario; y en-