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to tfc la

~uloriclatl

el e los obis pos, e ra sin perJUICIO

e la es–

plicaciDn que habíamos de hacer en otra parte; pues entón–

ces nos contraíamos so lame nte

á

impug nar el oríj en pontifi–

cio d e dicha autoridad." Tales palabras bastan para repeler

e l cargo el e habernos contrad ich o; pero nos queda el de con–

cil iar una s con otrns sentencias.

Si J esucristo ha dado a utorid ad

a

la I glesia, y queri do y

dispuesto a l· mismo tiempo, que fuese ej ercida por Jos pasto·

res, que puso en ella para que la gobernasen; puede decirse

propia y naturalmente, que los obispos reciben de J esucristo,

ó pot· su disposicion y •voluntad

qje·rceu

la auto rid ad que

dejó

á

su Iglesia , y que no por algun cánon de esta, sino por

espresa cleterminacion del Salvador, son ellos y no otros los

qu e se hallan encargados del ejercicio d e ' esa a utoridad .

Ademas, como para llegar

á

t3n sublime destino, es indis–

pensable emplear la acción sa cramental,

á

que J esucristo

ha vinculado la comuni cacion el e las gracias y faculta eles que

se haya n menester; con verdad dirémos, que e l pode r y la

jurisdiccion que se conced e n en diferente medida, se · arre–

g lan

á

la volun ta d de Jesucris to, que por med io d el

órde1~

concede

á

sus ministrps el

qjercicio

del poder que dió

á

su

Iglesia.

En la mism a: E scritura enco ntramos un término de com–

paracion para fa cilitar la inte lige ncia. Cuando el

S ~ñ or

qui–

so dar

á

:Moisés setenta compañeros, que le ayudasen

á

lle–

var el peso d e

la administracion, asi le d ecia-"yo tomaré

de tu espíritu, y lo"comunicaré

ú

ellos, para qu e sostengan

contigo la carga d el

pueblo"-at!fe•·am

de spi1·itu tuo, tra–

dmnque eis, ut sustentent tecum omts popali.

El Señor ha–

bía dado

á

Moisés el espíritu

y

el poder que necesitaba, pa–

ra gobernar al pueblo hebreo; y sin embargo, de eso mismo

que ya diera, toma una p arte para com unica rla

á

los coope–

radores que le auxiliáran en el desempeño de su ca rgo. D e

igual manera po<h·á entend erse, cómo el Papa

y

los obispos

ej ercen cadá cual, segun su rango, porque J esucristo asi lo

ha dispu esto, la potestad que d ejó

ii

su Iglesia.

Dijimos tambien, y lo r epetimos nuevamente, que los obis–

pos, como s ucesores d e los a póstoles, tienen,

y

deben tener

e n consecuencia, •todao las facul tades que aquellos tuvieron,

y

les fueron d adas para bi en ele una fglesia qu<> habia de du –

rar pcrpctuan)Cntc: y que por ha berla:; recibido los

apósto~.

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