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d r es remitieron sus decretos al Papa A dríano I, q uien los
aprobó
y
confirmó, enviando ejemplares á Cario Magno,
y
á
otros príncipes de la comun ion latina. Chocó á los obispos
galica nos la palabra
ctáo,·acion,
que el Concilio Niceno ¡¡tri–
buía
á
las imágenes,
y
compusieron un opúsculo al caso;
que fué remitido al Papa, quien contestó. :Mas no satisfizo
el escrito pontificio
á
los obispos, sino que reunidos en el
.Concilio de Francfort, formaron un decreto enteramente
contrario.
'N
o entra e n nuestro propósito penetrar el fondo
de la cuestion, que con el tiempo desapaTeció, conviniendo·
todos e n el dogma ca.tólico. Lo que únicamente mira
á
nuestro
o.bje to, es presentar á la vista de nuestros lectores
un nuevo documento de la conciencia que católicos obispos
te nía n, de que h abía casos, en_ q ue una Iglesia nacional
y
su
Concilio no estab an obligad os
á
conformarse con lo decre–
tado por otro Concilio;
y
q u e la ap robacio n del Papá no
era bastaf!te para terminar la cuestion , ni d espoja rlo·s del
der echo que creían tener: la iglesia galicana
y
sus obispos
tuvieron conciencia de que había casos, en que cató-lica–
mente se podía resistir al juicio
y
al mandato del Romano
Pontífice.
CONCI·LIOS JENERALES
Ó
ECU~fÉN JCOS.
34·.
Cotwocat01·ia
y
p1·esiáencia de estos Concilios.
N ing un obispo puede disputa r al Romano Pontífice
eÍ
derecho d>e conv0car
y
presidir los concilios ecuménic:os;·
pues él
y
no otro alg uno es Primado de la Iglesia· universal.
E l derecho que ejercieron al caso los Emperadores, fué ex:·
traordinario
y
de éircnnstancias,
y
se fundaba en l-a suposi–
cion de que hubi em relig i'on del Estado,
ó
que el Gobierno
fuese
protector·
de la Iglesia, con t.odos los derechos
y
de–
beres que importa esa pal<l!bra. La convocacion de los con–
cilios jenera les que se han celebrad·o en Occidente, acredi–
ta el derecho del Romano Pontífice para citar
á
los obispos
á
concilio ecumé nico;
y
la preside ncia de todos los concilios
jenerales por si ó por sus L egados, acredita igualmente el
derecho que tiene de presidirlos. Lejos el e nosotros el clis–
putar,
ú
Osio presidió el primer Conci lio de Nicea como
Legado del Romano Pontífice: en el
l.
0
y
2.
0
de Cons-
~4