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tado en el concepto de nuestros lectores, cuando reflexio –

nen, que ]o, mismos que restrinjen, respecto de los obispos,

las palabras

atcw

y

desatar,

limitándolas

á

la potestad de

órden, las estienden, al habla•· del Papa, hasta los negocios

seculares de las naciones. D istíngase n orabuena la potes–

tad de órden que mira

á

los sacran•en tos, y la de jul'isdiccion

que es dada para el réjimen; pero pmébese, que por ser dis–

tintas, están sepa•·adas, y se confieren en diferentes tiempos,

la una en la consagracion,

y

la otra en las bulas del Papa.

"Los apóstoles, dice el Card ena l Cayetano, tuvieron

é l)

ra–

zon de apóstoles, la potestad de órden y lfl. de jurisdiccion:

porque la autoridad de gobernar la Iglesia, la cual es pro–

pia del apostolado, no está sin

ju ri~diccion .''

Pero si la au–

toridad de gobernar la Iglesia los obispos, aiíadamos noso–

tros, no está sin jmisdiccion, constando de la Escritura, que

el Espíritu Santo ha puesto

á

los obispos para gobernar la

Iglesia, es consiguiente, que los haya puesto con jurisdic –

cion: el hecho de ser sucesores de

los apóstoJ·es probaría

-por sí solo esta verdad .

En prueba de que la pote;tad ele órden envuelve la dcju–

r isdiccíon, pongamos

á

la vist1t de nuestros lectores las pa–

labras del Pontifical Romano en la consagracion del obispo.

Pide

á

D ios el obispo consagrante, que dé al consagrado

las llaves del reino de los cieios,

y

que cuanto ate

y

desate

sobl'e la tierra, sea atado y desatado en el cielo: le entrega

el báculo pastoral en muestra de la autorid a d que tiene pa–

ra correji•· los vicios; el anillo, para que tenga cuidado d e

la Santa Iglesia, que es la espostt de Dios; y

el

libro d el

evanjelio, para que lo predique al pueblo que se le ha

e:J–

comendado. Ruega

á

Dios que le dé la cátedra episcopal,

para que go bieme su Iglesia y al pueblo que se le ha confia–

do-ad 1·egendam Ecclesiam t-uam, et plebem siúi comissam.

Emplea una espresion esquisita para denotar el oríjen de la

autoridad del obispo, tomand o el nombre de Dios mismo de

quien ella procede, 6 que Dios sea la autoridad, la potestad

del obispo-sis

ei mtetoTitas, sis ei potestas.

Acaba im–

plorando la misericordia de Dios en

favor del obispo,

á

quien Dios acaba el e poner al frente de su Iglesia- quem

ecclesice luce pTceesse voluisti.

Razon tuvo el Sr. Amat pa–

Til

decir,

á

vista del Pontifi cal llomano, que "]a potestad de

j urisdiccion es parte de la <l e órden; y c¡ue la potestad d e