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Sciior Secretario del Culto, que esta no hablaba de car·
tas privadas, sino de documentos públicos.
El
Señor Secretario explicando el cargo que por este
motivo se le hacia, ha dicho en uno de sus oficios, que
él llamó Letras apostólicas
á
la carta, porque yo le había
dado la misma denominagion. Esto solo probaría que yo
no tomé la palabra en la acepcion propia que tiene en
el derecho, pero no autorizaría nunca al Señor Secreta·
río para exigirme el cumplimiento de una obligaciou
que solo podía existir en el falso supuesto de que la car·
ta era documento oficial. ..A.demas, antes ue que se diese
órden para suspender el Jubileo, el Señor Secretario, co·
mo he dicho antes, estuvo en este Palacio, y vió la carta
de Su Santidad, que no tuve inconveniente para poner–
la
á
su vista. Entonces pudo observar que por su forma
no era Bula, ni Breve, ni Rescripto; y no debió por tan–
to en los oficios posteriores continuar haciéndome argu·
mentos sobre esto, ni dando por prueba una razon que
por sí propia había encontradc• insub istcnte.
De que yo no podía publicar el Jubileo, despues de
pasado el tiempo, sin autorizacion de Su Santidad, se
quiere deducir que la Encíclica
Q¡tanta c1wa
ó la carta
debían obtener nuevo
pase;
pero este argumento queda
contestado con lo que tengo dicho respecto del tiempo.
i se hubiera dado nuevo Jubileo con nuevas Letras apos·
tólicas, se habria exigido la presentacion de estas para
el zJase;
pero si el primer Jubileo no tuvo efecto, no ha–
bía razon para pedir al Gobierno su aquiescencia para
un acto que solo estaba en suspenso por causa de las
circunstancias políticas de la República.
Estas razones convencen hasta la evidencia, de que
las leyes de la nacion no han sufrido ataque con la pu·
blicacion del Jubileo; pero aun cuando supusiéramos
por un momento que fué nulo el
exequatu1·
de la Encí·
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