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principe, con imperio y con don1inacion; su deber es
aconsejar, exhortár, reprender; no tiene otras annas
sino las espirituales para castjgar á los rebeldes;
si estos no ceden
á
sus esfuerzos no .les queda otro
canüno que las lágrilnas
y
las oraciones:
San Pedro, en el capítulo segundo de su prin1era
epístola, acoi1seja la obediencia al soberano tempo–
ral.
«
Son1eteos, dice,
á
toda ln1n1ana criatura y
esto por Dios¡
ya
sea al
1"ey,
con~
o soberctno q:(;te
es~
ya
á
los gobernadores c01no envictdos por
él
para
ton1ar venganza de los 1nalhechores y para alaban–
zas de los buenos.»
(1)
San Pablo, predicando el cnmplüniento de la ley,
decia
á
los ro1nanos: «Toda alma esté so1netida
á
las potestades superiores; porque no hay potestad
sino de Dios;
y
la8 qu_e son de Dios son ordenadas.
Por lo
c~tal
el
q~te
resiste
á
la potestadj res.iste
á
lct
ordenacion
de
Dios;
y
los que le resisten, ellos 1nis–
n1os atraen
asi la
conclenacion.
"Por que
los
princípes no son para temor de
lo.s que obran lo
l)ueno, sino lo 1nalo.
¿
Quit:res tü no tmner
á
la
potestad? haz lo bueno
y
tendrás alabanza de ella.
Por que es n1inistro de Dios para tu bien. Mas
si hicieres lo rna1o teme; por que no en vano lleva
la espada.
Pues es nünistro de Dios vengador en
ira contrJ aquel que hace 1o n1cJo.
Por lo cttal
(LJ
Vcrd(eul •H
13
y 11