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ejércicio de todos los cultos y para la enseñanza ele
todas las doctrinas religiosas, n1íentras no se ataque
el órden y la n1oral social, presupone la existen(;ia
de un Ser Supremo al que los nüembros de la socie–
dad han de rendirle culto segun sns creencias. El
ateísmo niega la existencia del órden absoluto; la
neutralidad, sin decidir nada acerca de su existencia,
prescinde ele
él~
para ocuparse solan1ente de lo re–
latí vo al órden social finito y contingente,-lo ünico
qne eae bajo el dominio del Estado.
Si
nos
referilnos de una 111anera especial
á
la ley ele educacion con1un aprobada por el congreso
argentino, ella no solan1ente tolera la enseli.anza re–
ligiosa en los te1nplos
y
en la intimidad del hogar
doméstico, si no en las nlismas escuelas, con tal que
se dé por los n1inistros de los cultos respectivos,
antes
ó
despnes de las horas de clase.
N
o se trata, pues ) denna ley que tiende
á
derribar
altaresj á suprimir te'llplos,
á
perseguir
á
los cre–
yentes,
á
reducir
á
polvo los símbolos
ó
imágenes del
Ser Supremo,
á
borrar de la conciencia individual
ó
pública la nocion de Dios: en una palabra'i no se
trata
dé
una ley atea. Al contrario¡
á
la son1bra
de esta ley
proctel~tora
ha despe).tado la iniciativa
adorn1ecida del partido católico argentino,
á
cuyos
esfuerzos se debe la creacion de nuevos centros pro–
pagandistas de doctrinas fundadas en la nocion de
Divs, lo qne ciertan1ente no habría podido llevarse
á