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1na: «de esta fuente infecta del indiferentisn1o des·

cuella esta 1náxima falsa y absurda,

ó

1nejor dicho

este delirio: que se debe garantir

á

cada uno la

libertad de conciencia.

l)

El nlisn1o condenó la libertad de la prensa: «A

aquella, dijo, se liga esta libertad 1nuy funesta y

destestable y que no será nunca n1irada con sufi–

ciente horror, la libertad de la prensa, que algunos

se atreven

á

solicitar y extender por todas partes.

l)

La encíclica de Pio IX de

1854,

y los con–

cordatos celebrados por el nlisn1o pontífice con las

repúblicas del Ecuador, Nicaragua y San Salvador

y el I1nperio de Austria, son doeu1nentos en log

que reveló el papado las tendencias ' antagónicas

de la Iglesia

re~pecto

de las sociedades Inocler–

na~;

cuyas bases fundan1eutales se trataron de

proscribir.

231.-En vista de este ar:tagonisn1o podetnos

formalizar el argun1ento ligera1nente forn1ulado en ·

el n{unero 224. Si a1gunas de las doctrinas de la

iglesia católica, tal como las entienden

y

enseíian

hoy sus autoridades

y

nünistros, son contrarias

á

las bases fundamentales de la sociedad política ar

gentina, no se puede exig·ir

á

esta que rlecrete la ins–

truccion obligatoria de esas doctrinas en las escue–

las') sin exigirle al u1ismo tiempo que fo1nente una

1nopaganc1a contraria

á

su manera de ser; que

1n·oteja la c1ifnsion de las sombras llamadas

á

osen-