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Segura1nente qne todos los 1nencionados escapa–
rían á la accion de su autoridad, por ser enteramen–
te extraños á la sociedad religiosa en que ella se
ejerce.
¿Y se concibe un'l
sociedad~
1nas ó menos
ordenada, en la que una porcion de sus miembros
pueden sustraerse al itnperio de las leyes que garan–
tizan el órden? Este anacronis1no, este absurdo)'
diren1os n1ejor, proviene de suponer que el Estado
debe estar sometido á la Iglesia, ó que, en todo
caso, deban prevalecer los mandatos de esta sobre
los de aquel.
Ultimall}erlte, los teólogos mas conspícuos, como
Perrone, Lieberman y otros sostienen:
1
o
Que la gerarquía eclesiástica es de institucion
divina y deducen de allí que la constitucion de la
Iglesia
no es
den~ocrrática.
2° Que Jesucristo instituyó el prirnado de ho–
nor y de jurisdiccion y se lo confirió inmediata1nente
á San Pedro, de donde deducen que
la
forn~a
del
gobierno eclesiástico es 1nonárqu.íca.
Apenas ne-cesitamos recordar que la organizacion
de la República argentina está fundada sobre bases
diametralmente opuestas:
su régil11en de gobierno
es den1ocrático y repnblieano, es decir, anti-aristo–
crático
y
anti-n1onárquico.
N
o se puede admitir, por consiguiente, sin sub–
vertir el órden natural de las · ideas, sin trastornar
por co1npleto el carácter funda1nental de las institu-