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tendría el órden, como se haria in1perar el principio
ele autoricljd?
·
Solo hay un 1nedio. Dejar que el Estado llene
su
1nision de conservar el órden y garantir el derecho,
dictando las leyes conducentes
á
ese objeto;
y
que las
detnas instituciones, sin dejar de proeurar que las
leyes dictadas sean la expresion mas acabada de los
principios de la moral
y
de la justicia, no pretendan
sobreponerse al Estado y
á
sus leyes y subordinar
uno y otras
á
sus miras
é
intereses peculiares, ha–
ciendo difícil óünposible el est&clo social del hombre.
A la Iglesia, al prestigio de su doctrina,
á
la
influencia 1noral de su autoridad, no le conviene
tampoco tener esa ingerencia decisiva que
á
veces
pretende) en las cuestiones del don1inio temporal.
Cuando esto sucede, l0s ministros del culto católi-
. co tienen todas las apariencias de estar afiliados
á
l"in
partido político y se exponen
á
incurrir en vio–
lencias de lenguaje)
á
ser víctimas de ellas,
á
que el
carácter augusto ele sn 1nision quede envuelto en el
torbellino de las pasiones políticas y aminorada la
ünportancia del sacerdocio que eJercen. Nada ins–
piran1as respeto en los que desempeñan un apostolado
cualquiera, como la circunspeccion en la manera
de proceder y el alejarniento del teatro en que se
producen violentos choques entre los partidos.
68. Ahora, si reconoceu1os en el sun1o pontífice
el carácter de soberano temporal que aun se le atri-