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gilnen entera1nente teocrático; en una palabra, que
fuese la Iglesia
y
solo la Iglesia, la que en realidad
gobernase en su territorio: suponga1nos
todo esto.
Ahora bien; argun1entando como los escrupulosos
é intransigentes
fiele~
ele la córte romana, poclian
decir los 1niembros de otras co1nuniones religiosas
ó los representantes de las distintas instituciones
industriales, científicas; agrícolas, financieras, etc.:
los n1andatos que dictais son contrarios á las dispo–
siciones de nuestros respectivos soberanos, en el
órden 1noral
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intelectual; nuestra conciencia los
rechaza; no poden1os ni debemos someternos
á
ellos,
1nientras no obtengais el consentünionto de nues–
tras respectivas
autoriclade~.
¿Que contestaría el Estado teocrático
á
los súbdi–
tos que se sublevasen, levantando la bandera de sus
1nisn1os argtunentos?
¿Que recurso en1plearia para reducirlos á la obe–
diencia?
¿La exco1nnnion? Ha perdido el valor
1noral que tuvo en tien1po de las cruzadas
y,
acle·
n"ás, se trata de individuos que por pertenecer
á
dis–
tintas sectas reUgiosas, estan, por su propia volun–
tad, fuera de la comunion católica.
Si
la Iglesia les dijera:-Ini 1nision es
divina~
po-
drian contestarle-ta1nbien lo es lamia. Si replicase:
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autoridad es infaljble, escucharía esta respues–
ta:-no lo creo. Y en medio de esa anarquia de opi–
niones, de pareceres
y
de decisiones ¿como se man-