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El señor Anchorena, en su exagerado celo por
la defensa de las prerogativas de la Iglesia, no vá
basta el punto de negar la exü;tencia de . patronato
uacional; por el contrario, le señala un origen que
favorece an1plia1nente las opiniones de la escuela
regalista. El patronato nace, segun él, del deber
sagrado de los pueblos católicos, de contribuir al
sostenüniento del culto
y
de sus n1inistros. Oon1o
por otra parte, ese es un deber incuestionable en su
concepto, y tiene un origen natural y divino, segun
lo expresa en el curso de su dictán1en, se deduce
claralnente que el patronato es, segun el, de derecho
natural
y
divino. Por consiguiente, puede ejercerse
por los gobiernos civiles de los paises católicos, segun
la doctrina del sefior. Anchorena, sin el prévio con–
Renthniento ele la silla apostólica ..
Para que no quede .duda de que el señor An–
chorena, aun clon1inado por su fervor piadoso
y
su
recotnendable celo en favor de la religion que pro–
fesó, no abrigó el propósito de desconocer la exis–
tencia del patronato nacional, debmnos
recordar
que reconoeió el derecho de
exequatuY,
y
propuso
qne
á
_la cuarta proposicion se le diese una forn1a
tal que expresase lo siguiente:
1
o
El derecho de
la nacion para no pennitir
que sin el pase ó exequatur de la autoridad res–
pectiva se pusiese en ejecucion bula ó breve pon–
tíficio,
l)
aunque sea
sobre 1nateria tan espíritual