- 217-
mo el Papa, así como los Cardenales y los Obispos, pue–
de salir de las ínfimas condiciones sociales y este es el
elemento democrático, que, unido á los otros, los vigo–
riza y contribuye
á
formar un gobierno único, verdadero
tipo complejo de todos los buenos elementos de gobier–
no que pueden hallarse en la sociedad. El poder absolu–
to da unidad, el poder diremos así constitucional, (pues
el Papa está sujeto
á
la regla de la fe y de las costum–
bres y no altera sino por graves razones la disciplina ele
los concilios) ese poder, á semejanza del constitucional.
traza un camino seguro al ejercicio de su autoridad; el
poder aristocrático es de suyo conservador, y el demo–
crático ingerta la vida por la renovación de las personas
y
los element0s de vitalidad que les son propios.
Hay más, señores: he dicho que las monarquías se gas–
tan, porque las razas decaen: la monarquía pontificia no
se gasta, porque no es herencia de una ra za, siendo el
Papa un monarca electivo. Los defectos de administra–
ción de un Pont.ífice los remedia el sucesor, que no se
ve
arrastrado á seguirlos por las tradiciones de familia ó el
respeto
á
sus antepasados. Dada la forma del gobierno
pontificio, todo Papa es libre para seguir en la adminis–
tración una senda diversa de la que le marcara su inme–
diato antecesor. Así hemos visto en este siglo
á
Grego–
rio XVI, reprimiendo con mano firme hs demasías de la
libertad política. y
á
Pío IX, con asombro de los pruden–
tes, tendiendo los brazos á
la
libertad. No fu é feliz el
ensayo, como lo dice con grande elocuencia el ilustre
Conde de Montalembert, y habéis de consentir en que
reproduzca una pequeña parte de su notable discurso.
"Los reyes han vuelto
á
entronizarse.
y
la libertad no
ha vuelto á subir á su trono. No ha vuelto á subir al tro–
no que tenía en nuestros corazones. ¡Oh bien sé que es–
cribís su nombre por todas partes, en todas las leyes, en
todos los muros, y hasta en las cenizas? Empero, en los
corazones se ha borrado su nombre. Sí; la hermosa, la
altiva, la santa, la pura
y
noble libertad
á
quien tanto
hemos amado, querido tanto, y
á
quien tanto hemos ser–
vido, sí, servido antes que vosotros, mejor que vosotros;
esa libertad no ha muerto, así lo espero; mas se ha ex–
tinguido, desvanecido,
y
está como oprimida, ahogada
entre lo que uno de vosotros ha osado
apellida~la
sobc-
28