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mo el Papa, así como los Cardenales y los Obispos, pue–

de salir de las ínfimas condiciones sociales y este es el

elemento democrático, que, unido á los otros, los vigo–

riza y contribuye

á

formar un gobierno único, verdadero

tipo complejo de todos los buenos elementos de gobier–

no que pueden hallarse en la sociedad. El poder absolu–

to da unidad, el poder diremos así constitucional, (pues

el Papa está sujeto

á

la regla de la fe y de las costum–

bres y no altera sino por graves razones la disciplina ele

los concilios) ese poder, á semejanza del constitucional.

traza un camino seguro al ejercicio de su autoridad; el

poder aristocrático es de suyo conservador, y el demo–

crático ingerta la vida por la renovación de las personas

y

los element0s de vitalidad que les son propios.

Hay más, señores: he dicho que las monarquías se gas–

tan, porque las razas decaen: la monarquía pontificia no

se gasta, porque no es herencia de una ra za, siendo el

Papa un monarca electivo. Los defectos de administra–

ción de un Pont.ífice los remedia el sucesor, que no se

ve

arrastrado á seguirlos por las tradiciones de familia ó el

respeto

á

sus antepasados. Dada la forma del gobierno

pontificio, todo Papa es libre para seguir en la adminis–

tración una senda diversa de la que le marcara su inme–

diato antecesor. Así hemos visto en este siglo

á

Grego–

rio XVI, reprimiendo con mano firme hs demasías de la

libertad política. y

á

Pío IX, con asombro de los pruden–

tes, tendiendo los brazos á

la

libertad. No fu é feliz el

ensayo, como lo dice con grande elocuencia el ilustre

Conde de Montalembert, y habéis de consentir en que

reproduzca una pequeña parte de su notable discurso.

"Los reyes han vuelto

á

entronizarse.

y

la libertad no

ha vuelto á subir á su trono. No ha vuelto á subir al tro–

no que tenía en nuestros corazones. ¡Oh bien sé que es–

cribís su nombre por todas partes, en todas las leyes, en

todos los muros, y hasta en las cenizas? Empero, en los

corazones se ha borrado su nombre. Sí; la hermosa, la

altiva, la santa, la pura

y

noble libertad

á

quien tanto

hemos amado, querido tanto, y

á

quien tanto hemos ser–

vido, sí, servido antes que vosotros, mejor que vosotros;

esa libertad no ha muerto, así lo espero; mas se ha ex–

tinguido, desvanecido,

y

está como oprimida, ahogada

entre lo que uno de vosotros ha osado

apellida~la

sobc-

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