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d e los templos pagmo<;. Los monumentos d el arte anti–
guo, restau rado por los Pontífices.
y
los nuevos, debidos
á su fecunda iniciativa. El merecido favor, acordado por
aquellos á los hombres dedicados al cu lto de las ciencias,
de las letra
y
de las artes; todo esto, señores,
y
mucho
más que omito e n g racia de la verdad .... Y sobre todo,
la venerable figu ra de León
X L
li,
cerra nd o magnífica–
mente los a nales del presente siglo, con sus abias insti–
tuciones, sus elocuentes doctrin ales
y
oportunas encícli–
cas, su política elevada, qu e inAu ye en los pueblos
y
tra–
za seguras sendas á sus gobie rn os; con su mirada de al–
ta inspiración, que advierte escollos y descubre puertos
de salud; con su pastoral m inisterio, tan fecundo en con–
quistas para la fe; co n s11 caridad paternal, que convoca
amorosamente á los extraviados hij os de C risto ... . To–
d o esto, señores, es brillante compendio de las glorias
del Pontificado, numeroso alfabeto con el q ue plumas, no
indoctas como la mía, sabrán combinar un himno de ala–
banza de esa institu ción divina que comenzó en
J
erusa–
lem á manera de un modesto a rroyo; y que, ensanchan–
do, con el anda r de los siglos. sus riberas y a hondando
su cauce,
y
acreciendo su caudal, es hoy giga nte río, fe–
cundad or del campo de la humanidad, y cuyas aguas
avanzan hacia las orillas del inmenso océano, qu e sepul–
ta los siglos
y
con ellos las generaciones de la tierra.