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Señores:
La Religión es el primero
y
prin cipal de nuestros de–
beres; el medio más adecuado para el perfeccionamien–
to del hombre; la hase más
~ól ida
y
estable del orden so–
cial; y el freno único
y
dicaz pa ra contener el extravío
de las pasiones.
Cicerón ha dicho: ''que la piedad es la justicia con res–
pecto
á
Dios;"
y
el Derecho Cesáreo defi nía la justicia
diciendo: "qu e es la constante y fi rme voluntad de dar
siem pre á cada un o lo que es suyo." E l Di vin o Maestro
en circunsta ncia solemne v difíc il de su vida, asediado
por sus enemigos, q ue
a~ed1aban
la ocasión de perderl e,
cogiéndole en alg un a palabra que ju zg-asen mal sonante,
para formarle un proceso político, dió la sublime respu es–
ta, que contiene la síntesis de todos los deberes del hom–
bre respecto de las potestades divina y hum a na: " Dad
á
César lo que es de César,
y
á
Dios lo que es de D ios.''
B ien, ahora ocurre preguntar: ¿Qué es lo que es de Dios?
Hablo felizmente ante una asamblea compuesta de per–
sonas que creen,
y
confiesan la existencia del Sér Supre–
mo reconociéndole sus divinos atri butos
y
perfecciones; .
por consiguiente no tengo necesidad de acudir
á
los pri–
meros prin cipios, para el objeto de mi in vestigación.
Dios, etern o, incomprensi ble, todopoderoso, sabio, bue–
no, justo, miseri cordioso é inmutable; creador
y
conser–
vador de todos los Sf:res, posee en sí la esencia de todas
las perfecciones
y
virtudes; luego de E l es todo lo santo,
todo lo grande. todo lo magnífico, todo lo excelso, que
se puede concebir. T odo eso es suyo. y tiene perfectísi–
mo derecho
á
que se le reconozca como de su legítima ·
y
exclusiva propiedad. Y si es de estricta justicia tribu–
tar el debido homenaje de ve neración, respeto
y
admi–
ración al santo, al sa bio, al genio y al héroe, cuanto más
no lo será al rendir la más profund a adoración al Santo
de los santos, al que es principio
y
fu ente de toda ver–
dad y de toda sabidu ría;
y
a l que es la esencia
y
fu nda–
mento de todo poder. Dijo pues bien el orador romano
cuando afi rmó que la piedad no es sino un acto de justi–
cia con respecto á Dios;
y
esto mismo aseguraba J uan
H.acine á su hij o, di ciéndole: " o d udo que haciendo
cuanto esté de tu parte para ser un perfecto hombre de