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gencia del impío Goethe, le obligó á reconocer esta ver–
dad haciéndosela confesar, cuando dijo: "Dios estaba e–
videntemente con Cristo,
y
con sus primeros discípulos;
porque la aparición de esta nueva doctrina de amor era
un a necesidad para los pueblos .... La Religión cristiana
es una g-ran cosa independientemente de toda considera–
ción. es hacia ella donde se torna la humanidad cuando
se siente débil y padece .... Tengo por perfectamente
auténticos los cuatro evangelios; porque en ellos se en–
cuentra el reflejo de la elevación que brilla en la perso–
na de Cristo, elevación de una naturaleza tan divina, co–
mo nada de más divino ha aparecido jamás sobre la tie–
rra Si se me pregunta si siento en mi naturaleza nece–
sidad de testificar á Cristo, mi respetuosa adoración, res–
pondo. Ciertamente que sí: Yo me inclino ante El, co–
mo ante la revelación divina de los más altos principios
de moraliuad ·''
Después de escuchar este irrecusable testimonio, pa–
rece innecesario añadir algo más en este punto.
''Podréis hallar, dijo Plutarco, ciudades sin mu rallas,
¡;in casas, sin gimnacios, sin leyes, sin moneda
y
sin le–
tras; pero un pueblo
sin Dios, sin oraciones, sin j1wamen–
tos, sin 7'itos relzgiosos
J'
ún sacrificios;
nadie lo vió jamás."
Y el ilustre autor de los
Estudios filosóficos sobre el cris–
twnismo
dice: "Al través de todas las alteraciones que
el extravío del espíritu humano ha ocasionado en el ho–
menaje rendido á la Divinidad, esta ha constituido
y
cons–
tituye siempre,
y
en todas partes, el fondo de nuestra na–
turaleza. La primera piedra de tuda sociedad fué un al–
tar,
y
cuando esta piedra ha desaparecido, la sociedad ha
desaparecido también con ella-
T
un ca se le ha permiti–
do al hombre poderse conservar sin este elemento inde–
leble
y
primordial ele su especie."
T
o lo dudéis, señores, la más sólida base
y
fundamen–
to del orden social es la
Reli~rión.
La sociabilidad es una
inclinación de la naturaleza humana, porque el hombre
necesita para llenar debidamente sus fines del elemento
social. La sociedad es para el hombre lo que el aire pa–
ra las aves y el agúa para los peces; es su medio de ac–
ción, sin ella sería imposible su existencia. Pues bien, la
sociedad no se concibe sin el orden,
y
éste sólo puede
obtenerlo por medio de un poder que la dirija, reglando