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la antigua fábula, clavado
y
encadenado siente constan–
temente desga rradas sus en trañas por la feroz crueldad
del ág uila moscovita; y, como el PrGmeteo de Eschylo
clama
á
los cuatro vientos : " H e sido tra tado sin miseri–
cordia. pero mi supli cio es el oprobio de Jú piter." Se ha
destruido la nacionalidad, pero no ha podido extinguirse
el patriotismn. Al apócrifo
Finis Polonú.e,
que la imr>os–
tura
r~1sa
pusiera en los labios casi moribundos de Kos–
ciu sko con testaron las legiones polacas cuando, unidas á
las francesas, hacían re'-o nar en todos los campos de la
Europa su himno nacional entonando el cántico: " La
Polon ia no ha muerto, ella vive todavía en nosotros." Y
así es, la Polonia vive en el corazón de sus hijos. Donde
existe un Polaco a hí está su patria,
y
su hogar es el san–
tuario del patriotismo.
Sí señores, la patria
vencidr~
descorazada. oprimida se
refug ia como para buscar consuelo
á
sus angustias, en el
corazón de sus hijos.
Pero el sentimiento del amor
á
la patria llega
á
su
más alto grado de exaltación cuando peligro eminente
amenaza á ésta: entonces un sacudimiento eléctrico es–
tremece todos los espíritus,
y
del fondo del pecho acude
á
todos los bbios un solo grito; todos los brazos se le–
vanta n en un iforme movimien to, todos los senos se es–
trechan como para formar un a muralla que cubra el se–
no de la patria, y luchan intrépidos en desigual combate
un o con tra diez, y hasta uno contra ciento: entonces se
contempla con asombro á los valientes defensores del
Huásca r cayendo un o en pos de otro anegando en san–
gre la cubierta de la gloriosa nave, como si quisieran su–
mergirla cnn
!;U
peso 1-'n el fondo de los mares para que
el pabellón naci<>nal no sea profa.nado por enemiga ma–
no; se
r~dmira
con veneraci ón y
entu sia~mo
al heroico
defensor de Arica negándose á entregar la plaza, resuel–
to á quemar en el combate hasta el último cartucho, y
viéndole rendir valientemente su vida en aras del patrio–
tismo.
Ah! señores, en esas solemnes situaciones aparecen
los héroes,
y
se presencian las más nobles
y
sublimes ac–
ciones, que hermosean las páginas de la historia.
Unidos los sentimientos de Religión
y
Patria condu–
cen á las naciones al apogeo de la glori a, elevando los