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- 242-

te la referencia

y

relación necesaria en tre la criatura. ser

contingente,

y

Dios, Creador

y

Conservador. Pues bien,

senores, cuando Dios, pa ra la mejor realización, de tan

altos designios, dió una compañera á Adán, confió á la

naciente Sociedad su ejecución,

y

prescribió que en su

seno se cumplieran los fines de la Hum anidad. La pri–

mera par(>ja constituyó, pues, el primer Sacerdocio, la

primera Asociación, la primera Autoridad. Y en su or–

ga nizació n misma, hasta en la posibilidad de sus evolu–

ciones, se estereotiparon sus leyes fundamentales. Adán,

siendo el primero

y

único padre ele la Humanidad, ¿ha–

b rá podido disolver su matrimonio? ¿habrá podido impe–

dir,

post facto,

ser el padre de los hombres, el compañe–

ro d e Eva? ¿Y habría podido romper la unidad, cuando

materialmente

no había si no una compañera? Dios, pues,

seño res, qu e es perfecto en sus obras, al proclamar en el

Pa raíso el dogma fundamental d e la unidad

y

perpetui–

dad del M atrimoni o, dió tal orga nización á su primer

ejemplar,

y

con tales circunstancias, que en él quedaron

indeleblemente grabadas esas mismas leyes fundamenta–

les. Y habiendo sido creado el hombre para inmortales

rl estino8, hacia á los cuales Jo impulsa su propia natura–

leza espiritual, exaltada después al orden sobrenatural,

la más estricta

y

rig urosa Filosofía nos señala á ese hom–

bre con su campanera como sujetos, á esos altos desti–

nos como término,

y

á las organizaciones é instituciones

posteriores como rodaje secundario, como medios su bor–

dinados

á

tan excelsos fines, á los que deben su razón

de ser.

L a Sociedad Civil, pues, consecuencia

y

medio de la

So..:iedad Doméstica, d epende de ella. ¿Cómo podrá en–

t.onces o rgani za rla

y

presidirla? ¡Ah señores! ¿Sabéis

!0

que sig-nifica n estas novedades sobre matrimonio civil?

Vergonzosa ignorancia. ignom inia para la razón indivi–

dual, que con la rebelión de Lutero, volviendo espaldas

á

la lu z, ha ido á confundirse en las tinieblas del error

y

en la espantosa corrupción de las costumbres. Y Dios,

misericordioso y próvido que decretó la Rede nción Hu–

ma na, que, infinitam ente sabio, empieza por las causas,

restauró su obra elevando el Matrimonio á la Dignidad

de Sacramento, constituyéndolo fu ente de g racia,

y

so·

metiéndolo así exclusivamente á la Potestad de la Igle·