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sin duda alguna
á
su más espléndido triunfo. El Sabio
Pon tíh ce que nos rige. en su escudo de combate ha pues–
to la estrella precursora : sí, el León de Judá, segú n una
antigua Profecía, va hacia los anuncios del Gran R ex;
y
el Papado. firme
y
sereno, inspirado
y
triunfante, mar–
cha h;l.cia la toma de posesión del 1\I undo.
¿Qué acontecimientos, señores, se van á realizar?
L0
qu e el dedo de Dios ha escrito en el P orvenir d e la His–
toria está oculto á la penetración hum a na.
Sin embarg-o, vemos, con pasmosa sorpresa. el movi–
miento de unificación universal que se opera. Vemos que
las legislaciones se unifican, vemos que los pactos inter–
nacionales tienden á suprimir los conflictos, que el co–
mercio se ha convertido en un g ra n lazo de unión, que
se borran los límites entre los Estados, según la feliz ex–
presión de Manci ni, que la histórica raza lati na aproxima
sus fu erzas
y
que se un e á ellas el coloso del Norte, el
Czar de todas las Eusias,
y
d ominand<>
este brillante
movi miento, al Eev de la Diplomacia Contemporánt>a,
a l Pontífice León X lI
J,
más internacionalista, cuando
justamente se le ha querido quita r su asiento entre las
Naciones. Vemos que
ha~ta
la naturaleza física procla–
ma la unidad de la materia
y
de la fuerza;
y
en el fondo
de todas estas co><as, sin conocer aún los aco ntecimien–
tos, pero presintiendo una g ran transformación social
y
rt>alizándose los ejemplares
y
pronósticos cristianos, el
bí blico
''á
nuestra imagen
y
semejanza,'' vemos una sor–
prendente
y
esplendorosa un idad.
La unidad universal. seño res!
¡Ah! ¡El reflejo d e Dios!