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sia. Desde entonces el Hogar no sólo es una sociedad,
no sólo es la fuente de las Naciones, sino que es un Tem·
plo Sacrosanto, inviolable con la inviolabilidad de la Igle–
sia,
y
que Dios defenderá con los antiguo-; rayos del Si–
naí
y
del Tabernáculo.
Y la osadía modema. la razón ir.dividual,
\·endados
los ojos, muerto el corazón, ha intentado pont>r mano
sacríl ega sobre tanta inviolabilidad
y
santidad; ha queri–
do, con Lucifer, usurpar el poder de Uios,
y
sólo ha con–
seguido llegar á la disolución, á la nada, hasta el punto
de proclamar el divorcio, la ruptura del vínculo. hasta
disociar el primero
r
fundamental elemento social.
Y entre nosotros, señores, en que la organización es–
tá harto debilitada
y
resentida, r¡uerer atacar la santa é
inviolable 1nstitución, es la última de
l a~
cegueras, es
intentar destruir el punto de apoyo de nut>stra reorgani–
zación, es el suicidio;
y
protestamos, señores, contra ese
verdadero crimen de lesa patria.
Con la Primera Sección del Congreso Católico del
Perú os digo: defendamos, señores, nuestro hogar, de–
fendamos ese templo del Espíritu Santo, deftndamos la
Sociedad, defendamos la vida, con e a energía de los hé–
roes, con esa fiereza que inspira la propirl conservación,
y
secundemos la
vóz
de alarma. el grito de angustia lan–
zado desde el
\~aticano
por el inmortal León
Xlll.
III
En la antigua Roma alzóse en otros tiempos un mag–
nífico
y
poderoso Imperio. Falto de 'ida, hundiéronse
sus cimientos,
y
sus palacios cayeron, dejando a í testi–
monio de la importancia Imperial. Sobre la
ruinas de la
grandeza antigua, tendida sobre ellas la púrpura de los
Césares. irguióse majestuoso el Trono de los Pontífices,
levantándose hasta la grandeza de Dios.
Y a í tuvo que ser.
El Vicario d e Jesucristo. el Represe ntante de Dios en
la Tierra, debía tener cortej o de toda la grandeza huma–
na, prosternada á sus piés.
llí, en su Cátedra Sagrada,
y
bajo la Inspiración Divina, enseña la Fe
y
la Toral.
gobierna lo más levantado de la naturaleza humana, la