-219-
no contra nosotros, no contra Pío IX, sino contra la li–
bertad. Por eso es que yo quisiera que se hallasen aquí
en mi presencia, todos esos demagogos, todos esos per·
turbadores de quienes hablaba hace poco,
y
quisiera
clc–
cirlt!S una vez por todas la verdad,
y
hela aquí. H é aquí
e~a
verdad. Si pudiera dirigirme yo á todos el los les di–
ría: ¿Sabéis cuál es an te el mundo el mayor de nuestros
crímenes? o solo la sangre inocente que habéis vertido
y que clama al cielo venganza contra vosotros; nv sólo
el haber sembrado á manos llenas la ruin a en la Europa
e ntera, por más que sea ese el arg um ento más formid a–
ble contra vuestra doctrina. Nó! es el haber desencanta–
do al mundo de la li bertad! Es t->l de haber en cierto mo–
do desorientado al mundo! E s el haber comorometido ó
desq uiciado ó anonadado en todos los
cord~o n es
ho nes–
tos esa noble creencia. Es el haber hecho retroceder has–
ta su origen el torrente de los humanos destinos!"
D espués de lo que acabáis de oír. asalta al espí ritu la
duda sobre el acierto de uno
ú
otro Pontífice. Y yo pien–
so con Luis Veuillot que unas veces resisten
y
otras ce–
den, sin meng ua del acierto del uno
y
del otro. Porque
es preciso recordar que el poder moderado r, qu e ejerce
el Pontificado en las sociedades cristianas, le lleva á con·
ducirlas teniendo en cuenta las necesidades de la época,
las tendencias de los pueblos, los elementos d e acción
y
de reacción, que las mismas sociedades ofrecen á los ojos
expertos del Pontífice, que, usurpando yo nna frase del
ilustre M arqués de Valdegamas, puedo decir que con–
templa el movimiento social,
''como
el observador que
mira desd e el monte el valle y no como el via jero que
mira d esde el valle el monte." A
:oí
el
médico deprime á
veces las fuerzas del enfermo para evitar los estallidos
de una inflamación que amenaza con la mu erte;
y
en otras
vigoriza el org-anismo para q ue resista el mal, preparan–
do un a crisis favorable. De la propia manera, el nauta
despliega las lonas de su nave cuando
el
vie nto es propi–
cio, imprime movimientos acertados a l gobernarle para
evitar los escollos,
y
avanza confiadamente al puerto an–
helado; mas si el viento fu ere recio
y
contrario, recoge
las lonas y corre así la tempestad, hasta que el cielo se–
reno
y
el mar tranquilo le anuncian que ha pa ado el pe–
ligro. L os Papas ven de alto; los Papas son médicos d e