Previous Page  231 / 376 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 231 / 376 Next Page
Page Background

- 215 -

Aunque de paso, no dejaré d e señala r la grande influen–

cia de los Concilios con vocados y sancionados por los

R omanos P o ntífices, y qu.,.., decla rando la doctrina, e na l–

teciendo la moral

y

vignrizan rlo la disciplina, fueron

á

la

sociedad cristiana luz, fuerza y protección, especialmen–

te cnn tra las herejías

y

cismas, que intentaron en vano

hacer f'S t.éril la obra granrliosa

d1·

J

t'Sucri ~to.

H oy mis–

mo estamos viend o las rleplorablPs cnnst>cuencias del

gra n cisma g ri,·go que dió entrarla

á

los turcos en Cons–

ta ntinopla. arraigando al lí PI maldecido pnder de la me–

di a luna,

y

afrentando á un continente cristiano que ha

tolerado y tolera la presencia rlt> ese cancer en m edio

á

la civilización de la C ru z. Si los Pontífices Roman os hu–

bieran sirio obedecidos por los

grie~os

cismáticos, no on–

dearía el fatídico pabellón

ele

Mahoma sobre la cúpula

de Santa Sofía; ni deploraría hoy la cristiandad la horri–

ble carnicería de que on víctimas millares de a rme nios

cristiano . á quie nes no son parte á salvar ta ntas nacio–

nes guerreras ele

E

uropa, no por falta d e fuerza cierta–

mente, sino porque las codicias y a mbiciones de territo–

rios

y

de dominio de ori e ntal es mares. no les consienten

llega r á leal acuerdo para barrer d e una vez la inmundi–

cia que afea el extremo de esa Europa tan culta , tan in–

teligente y tan bizarra.

Si otros fu eran los tiempos que corren, el Papa hubie–

ra hecho oír su voz para concerta r las voluntades

y

los

intereses políticos de los campeones llamados á dar cima

á esa anhelada empresa. Mas hoy, por la crudeza de esos

tiempos, sólo queda al Pontífice Romano el tormento

del justo, que ve consumar la iniquidad,

y

la abatida

mirada del sabio, que con templa á las naciones cristia–

nas domin adas por bajos instintos y olvidad as de su no–

ble misión.

Tan cierto, señores, como que hoy no podrían reno–

varse esas glo riosas empresas, que nacieron en otra edad

al soplo fecundo d e los sucesores de Pedro, y que con–

ta~on

por adalides reyes y príncipes, nobles y plebeyos,

a ntmados todos por el espíritu de celo y de sacrificio,

y

que hiciero n ondeaí una

y

otra vez el estandarte d e la

Cruz sobre el adorable sepulcro del Salvador del mundo,

custodiado hoy por turcos que lo profanan á la vista d e

los representantes de las naciones de Europa.