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"qu e si se regatea en el dogma es
p<~ra
obtener una re–
h<~j a
en la m oral." Bastara á la gloria del g rande I nocen–
cio III. sólo de conocida por los enemigos jurados de la
R eligión, esta cru zada contra la herejía
y
la perversión
de las costumbres. que encomendó principalmente al ce–
lo del g ran S. Bernardo
y
d e sus monjes,
y
en la q11e fué
secu ndado por Domingo de G uzmán
y
su orden naciente.
Mas, a parte d e sus grandes cualidades de Pontífice
y
d e Príncipe. realzadas por su ciencia
y
por su genio, le
debe también
1 <~
cultura europea al h<1ber orga nizado en
toda Europ;:¡ una cruzada contra los moros, cuyo feliz
éxito fué ia victoria de las Navas de T olosa, que dejó
qu ebrantado para siempre el poder de los infieles en Es–
paña.
Me he excedido, señores, en este punto, por corregir
la errada opinión ele los que empeq ueñecen un a de las
más grandes figuras del 1-'ontificado.
Tres veces, señores, inten tó la diestra cuasi-omn ipo–
tente del restaurador de lo alta res en Francia forzar la
man o temblorosa de un Pontífice Romano.
apoleón I
intentó que fuese coronada por el Papa Pío VII la Em–
peratriz ] _?sefina, compañera republicana de su Consu–
lado;
y
la Historia me enseña que
el
Cardenal Fesch, tío
d el Emperador, hu bo de bendecir aq uella un ión civi l,
antes que la mano del Pontífice bendijera solemnemen–
te á la vi u la de Beauharna is. Jo escarmentado el colo–
so, pretendió anular el legítimo matrimonio de su her–
mano Gerónimo, cuya mano desti naba
á
una princesa y
á un cetro europeo. Y el humilde benedictino se irgui ó
con toda la majestad del Pontífice y del teólogo, desa–
fió sereno los rayos de la cólera del Júpiter ante quien
se inclinaban las majestades de la tierra, y le demostró
que el matrimonio reputado nulo por su ambición, era
indisoluble ante la conciencia invencible de la Iglesia.
Más tarde, ese hombre misterioso, ese compuesto indes–
cifrable de grandes pensamientos, y de ruin es pasiones,
que sedujo á la Francia con los reflejos de la gloria mi–
litar
y
la sangró si n piedad por apagarse su sed de man–
do, repudió ingratamente á la infeliz J osefina. so pretex–
to de dar un her«dero
á
la Francia,
y
pretendió la mano
de una princesa de antigua cepa, quizás porque
~oñó
ha–
cer un ingerto político en el tronco de una vieja monar-