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Mas la invasión de los bárbaros, junto con otros ma–
les, trajo al mediodía
y
al occidente de Europa el aban–
dono de las letras, de las ciencias y de las artes. Gemían
estas nobles peregrinas del cielo al ver la indiferencia,
el desvío de los pueblos antes cultos. El espíritu huma–
no sentíase oprim ido por la pesada atmósfera de la ig–
norancia, del mal gusto, de la barbarie, en fin, cuyo cor–
cel el simbólico había esterelizado con su ardiente casco
no había podido herir
y
matar la aguda lanza de sus gi–
netes.
Y apareció en el escenario León X. el vástago de la
ilustre casa de Médicis, de costumbres puras. de trato
suave, de pasión ardiente por las letras, por las ciencias
y
por las artes; é infiltró su espíritu en Europa; y le ro–
d earon los sabios, atraídos por sus cualidades
y
mima–
dos por su regia munificencia;
y
renacieron las letras,
y
brillaron las ciencias
y
estuvieron en su apogeo las artes.
Y brotaron de las entrañas de la tierra, como evocados
por misterioso influjo, los genios de iiguel Angel 13ou–
naroti
y
Rafael de U rbino;
y
se alzó la basílica ele San
Pedro, una de las maravillas del mundo;
y
nació la esta–
tua de Moisés á los inspirados golpes del cincel de Bou–
naroti;
y
desplegó sus místicas pompas el divino cuadro
de la transfiguración de J esús,
y
las logias del Vaticano
reflejaron los destellos del genio, que fijó en ellas el gran–
dioso cuadro de la creación;
y
rasgó los aires el inspira–
do
Miserere
de Palestrina, que robó sus notas de dolor
al arpa del Rey penií.ente.
Señores: si estos hechos no han influído de soberana
manera en la cultura del mundo,
y
si éste no debe por
ellas eterna gratitud á los Pontífices, que los crearon
y
alentaron el vuelo del genio, yo declaro paladinamente
que ignoro lo que es civilizació:1
y
no acierto á entender
lo que expresa la palabra gratitud.
¿Qué diré ahora de los solícitos cuidados que merecie–
ra siempre á los Romanos Pontífices la divina institu–
ción del matrimonio, bosquejada por Dios en Adán, poe–
tizada en los patriarcas, mejorada en las instituciones
d adas á Moisés, que rigieron la Sinagoga,
y
sublimada
por Cristo Jesús hasta las alturas de un
sacramento
de la
ley de gracia, esto es, de una unión de varón
y
mujer,
indisoluble, cuasi-divina, porque refleja la inefable unión
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