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La familia, ese núcleo bendi to de la sociedad. que

Dios salvó en un arca en el diluvio de su santa cólera,

y

que ya iba á perecer cuando apareció el cristianismo,

porque se habían aflojado sus lazos á virtud del trastor–

no de los principios di vi no-naturales

á

qu e la suj etó el

Creador; la fami lia, señores, que había llegado á orillas

del abismo, porque el sérfuerte, titulado padre, era opre–

sor del débi l,

á

quien se apellidaba madre.

y

desprecia–

do r muchas veces del debilísimo sér, mal lla mado hijo;

la familia, en donde se

ensay~1ba

la tiranía, para osten–

tarse después en el Consulado, en el S enad o, en el

1m–

perio; la familia mudó su sér en algo suave, tierno, dul–

ce, encantador, d ivi no. Tomó por modelo, no la familia

hebrea. con los encantos de la vida patriarcal y

la

senci–

llez y gracia de las mujeres bíblicas, si no a lgo muy su–

perior á ese simple bosquejo que el divino artista trazó,

diremos al descuido,

y

como una simple muestra de lo

que haría en la plenit ud de los tiempos. Permitidme, se–

ñores, que arroje algunas sombras por que se vr·a mejor

el cuadro de luz que voy á presentaros.

En contraposición á la familia pagana, en la que el va–

rón es amo, la muje r, esclava, el niño, sér insig nificante

mientras logra llegar á una adolescencia corrompida,

el siervo, cosa d estructible al capricho del dueño, la

fi–

delidad conyugal, preciosa

y

rara piedra que no existía

en el hoga r . . . . porque éste era pobre de v irtudes

y

rico

de vicios .... N o quiero hablaros de las grandes matro-

nas de R oma, q ue cuidaban de la blancu ra

y

suavidad

d e su piel y descuidaban la limpieza del alma ....

En cambio, mirad

y

volved á mirar la familia cristia–

na, cuyo germen ha llevado Pedro en el Evangelio,

y

que han cultivado con solícito esmero los grandes admi–

nistrado res del vasto campo del padre de familias, de

Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo

y

en

la tierra. El niño hace recordar al divino iño que daba

débi les vagidos en el pesebre de Belén; es un ser miste–

rioso del cual pudiera decirse como del Bautista en sus

primeros días, "¿qué pensáis que será este niño?" es un

tesoro confiado por la divina Providencia á la solicitud

y amor de sus padres, que han de dar estrecha cuenta

de ta n precioso

y

trascendental encargo. Por eso, para

él, todos los cuidados físicos

y

morales, por él. todas las