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buenos, volverse espantaJos
á
mejor vi tia á los malos. Ella da luz
á
los ciegos, calor vital
á
los tibios, consuelo
á
los tristes,
y
espe–
ranza
á
los desesperaJos. Ella quita las palpables tinieblas de la
ignorancia, es pan que sustenta la vida Jet alma, es vino que hace
mayores efectos que el natural, es píctima cordial rp1e deshace las
melancolías
y
tristezas que causa la .ponzot'ía del pcca1Jo; es .póci–
ma
ó
bebedizo, que deja al hombre tan cnagenado y aosorto, que
no se acuerda sino de su salvacion; es fuego que cuciemle
é
infla–
ma con santos deseos;
y
abrasa el alma y alienta el corazon, qui–
tándole toda la tibieza
y
hielo. Es martillo, que
á
los pechos mas
duros que pedernal es quebranta
y
Jcsmenuza; es cuchillo, que con
la agudeza <le sus filos divide lo Lueno de lo malo; es espada Je
1los agudos cortes, que taja y corta por lo vivo: y finalmente es
semilla, de
dont.lenace todo bien, y en quien estü cuauto oueno
hay en la planta. Toma una pepita de naranja, mira su peque11ez
y
fealdad, vuelve luego los ojos
á
un hermoso naranjo y considera
las raices, el tronco, las ramas, las hojas, la Oor de azahar, el
fruto,
y
que todo sale de la tal pepita, dorufo está en vi1:lutl totlo
aquel árbol;
y
pasa de ahí con la consiJeracion,
ü
un hombre vir–
tuoso, amigo Je Dios, y verüs que no hay naranjo Oorido, ni cnr–
gado delfruta tan Jimio y agradable. En él rcconoceds la virtud
santa de la caridad, con que se arraiga
y
fortiüca segun s:rn Pablo;
en él la fortaleza con que se sustenta; en él la calor
y
:il egre verdor
de la espera11za, la blancura lle la castida1l, el jaldre amarillo de la
mortificaciou
y
penitencia, el buen olor de
Jcsucri~to
y
el fruto de
mis obras buena¡;, ¿De Jónde nace tan gran perfecciou? De la se–
milla, que es la palalna de Dios, como el naranjo de la pepita.
Entró un gitanillo (de quien se hizo tlespues el gran .An touio),
y
oycudo cantar aquellas palaLrns de Cristo:
Si quieres serperfecto,
ve
y
vende todo cuanto tienes,
y
dato
á
los pobres,
y
vuetve
y
s·igue;
como si
á
él en especial se dijera, ven:lió sus posesiones,
diú
el
precio
á
los pobres, rctiróse al des ierto, donde imitó
á
los
santos rnonges, aprendiendo del uno la pacieucia, del otro el ayu–
no, de este la obediencia, de ª'lucl el sileucio, tlel devoto la ora–
c:on, del humilde el mrnosprcci o J e sí mi:sn10 , del penitc11te la as-
J