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TllATAllO QUINTO
de provecho que dat· un pedazo de pan al que pel'cce de hambre.
Y no me digas, si eres docto, que este precepto no obliga, cuando
el pecador por sí puede aplicarse el remedio <le su daño; como ni
el dar limosna al que le sobra la hacienda '
y
se deja de su volun–
tad morir de hambre ; que él se está en su pecado, porque quiere,
y
puede salir de él cada
y
cuando que gustare; que él conoce su
mal estado
y
no tiene necesidad 1le que nadie se lo diga. A esto te
responde, que bien sabes que el pecaJo oscurece la luz de la razon,
y
que el pecador quetla como en tinieblas, sin echal' de ver su
daño, deslumbrado su entendimiento ; cuya luz, mas clara que la
del sol, se nubl a con los vapores gruesos que se levantan de la
tierra de nuestra carne ,
y
no le dejan ver el mal estado en que
es tá;
y
si lo ve, está enre<lado ,
y
preso con pegajosa liga, como
el pajarillo que ha caído en la red , lazo ,
ó
varetas ,
y
no tiene
fu erza,
ó
maña para librarse lle ellas. ¡Qué vista tan aguda tenia
David, pues penet.raba lo ma s secreto y oculto de la sabiduría divi-
11a,
y
sabia mas c¡ue to1los sus predecesores
!
.Pero levantóse el
vapor del apeti to c:.mwl, viendo
á
llersabé,
y
dcjóle tan ciego, que
110
vein, ni consi1l eraha, ni advertía su mal,
y
se despeñára en el
profundo abi smo , si el profeta Na than no 1e despertára, corrigiera,
y
alumlmíra para bien suyo y de todo el pueblo; porque sino acu–
diera al reparo
y
correcciou tle la tal cul pa, partici pa ra él,
y
todo
Is rael de la pena , cuando amonestado ,
y
conegiJo con el blando
aviso de Joah no le
Hlmil.i ó ,
y
por es
Le
pr.cado le mató Dios en
seis horas se tenta mil hombres .
Otros se escusa u lle hacer esta ohra J e caridad,
y
entre ellos
:1!guuos qu e tienen por oílcio
el
enseñar, y corregir en públi co, y
en secreto, eu co mu11
y
en parti cular;
y
dice11 c¡ ue el co rregir el Jia
de hoy , es gan ar enemigos ,
y
echar viuagre en el sa litre, sal en
h s brasas,
y
agua en la fra rrll a , y que
hay
pecado r, que aunque
le
muebn,
y
maj en , no le ha rán llej ar sn pecado , corno ni
á
Ja
cebada su paj a. l>ern dime tú , c¡ue tal 1Lces, si vieses que uu vi–
ll ano tl aba de bofe tadas
cí
tu padre, ¿qué harias?
¿
Saldría ste afue–
ra por no ponerte rn al co11 el atrev ido viilano?
To
por cierto , sino
''olv rias por
la
!ionra <l e tu
parlre.
O
r1u c
uo lus ha contigo, ó que