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TllA'fADO QUl!"ITO

sino que no le babia reprendido, ni ido á la mano cuando adora–

ron el becerro.

CAPITULO VIII.

DEL PlWVECHO GllANDE QUE SE SACA DE LLEVAR BIEN

EL

A

VISO, Y CORRECCION.

Una de las mayores mercedes que Dios te puede hacer, es en–

viarte, como al rey DaviJ, un profeta Nath:rn que te corrija,

y

abra

los ojos;

é

indicio de tu condenacion es llevar mal el aviso y cor–

reccion, falta de locos, sin juicio, semejantes al demouio y conde–

nados como él. Y san Basilio dice que te pueden dar por desahuciado

como al frenético, r¡ue no despierta con nigun aviso,

y

crees del

que te avisa y corrige , que te c¡niere mal. La corrccciou no es obra

<le enemigo, sino de verdadero amigo, porque el que ama amenu–

do,

y

con afecto, avisa

y

reprende

á

quien ama; Dios corrige

y

castiga al que quiere bien,

y

habla al oído

á

sus escogidos,

y

los

castiga,

y

los avisa que se conviertan,

y

se aparten de. la maldad.

¿Es obra de enemigo sangrarle cuando estás enfermo? ¿Purgarte

cuando tienes el cuerpo lleno de malos humores? ¿Quererte levau–

tar del lodo en que caíste? ¿Avisarte que u11a víbora te se entra en

el pecho? ¿Advertirte que tu hacienda te se pierde? ¿Que tu honra

se menoscaba? ¿O que corre riesgo tu \•ida? Dirás que no, si no de

muy grande amigo. ¿Pues por qué has de pe11sar que es obra de

enemigo el aplicarte remedios para que sanes de tus males espiri–

tuales? ¿Darte la purga amarga de la correccion? ¿Quererte sacar

tlel cieno del pecado en que está tu alma caída? ¿Adv ertirte que tie–

nes la vihora de la culpa en el pecho?¿Que pierdes el rico caudal

de

Ja

gracia, la honra de hijo de Dios, y la vida eterna? A Jere–

mías le echó en un lago prufun do de cieno el rey Sedecias, y Al–

ddernoch , varon virtuoso, le sacó de él con toda la suavidad que

pudo,

y

quedóle el profeta tan agrad ecido, que siempre le enco–

mendaba á Dios; 13ues si tú estás caidu en el cieuo de

Lu

pecado,

con peligro lle perecer para siempre,

¿

cuáuto .Jebes agradecerlo