I)E LA. LIMOS lU..
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que miren por la honra,
y
bien espiritual del tal, aunque no lo se–
pan,
y
el delito sea muy secreto,, porqne confuso se enmiende,
y
viva con mas recato.
¿No te atreves
á
concgir por falta de' valor, y confianza del
sut.:eso? Yo te ruego, que no seas f:í cil en desconfiar Je la enmien–
da de tu prójimo; antes debes con!lar del divino favor,
y
entender
que te manda conegirle, el que mandó
á
san francisco Javier,
que fuese
á
conegir al otro caballero, bien conocido por su nobleza
y
cargo, pero mas por sus malas costumbres,
y
peor modo (le pro·
ceder; embarcóse con él el santo en Cochin, para Cambaya,
é
hí–
zose su camarada, imitando al Set'ior, que admitía la mesa de los
puLlicanos y pecadores, para convertirlos,
y
estimaba el otro la
familiaridad del santo, por la razon de estado y propia reputacion,
y
tambien por la santa,
y
apacible conversacion del pa<lre,
y
á
las
palabras de Dios, no da oi<los, ni
á
los recuerdos de la eternidad,
como si no la creyera. Cuando le iba
á
la mano en algo
(y
ern me–
nester hacerlo
á
menudo) se mostraba mal sufrido, poco capaz,
grosero
y
descortés. Pues ya si le hablaba, eu que se confesase, la
respuesta era jurar obstinada
y
furiosamente, que 11i entonces ni
nunca se hahia de confesar. No se ofendía el santo, ni mudaba su
apacible
semblante~
y
aunque parecia hombre sin remedio,
á
todo lo
da la caridad,
y
el sufrimiento. Desembarcaron ambos en Canór,
y
fuéronse mano
á
mano en buena conversacion, paseando por un
palmar adelante, hasta donde ninguno de los q11e cou ellos iba les
pudiese ver:
y
entonces vió el cielo al .santo hincado de rodillas
á
los pi• del pecador,
y
que con una disciplina de rosetas se heria
.fuertemente las espaldas desnudas: resonaban los golpes por todo
el palmar, saltaba la sangre al rostro de aquel por quien se dena–
maba, acompañáhala el santo con bgrimas, con suspiros, con unas
palabras tan tiernas, que al caballero no le admiraba menos lo que
oia que lo que veia: por vos, <lecia, hago esto,
y
es
t1aJa
para lo
que haré por la enmienda ,
y
p~rdon
de vuestros pecados; cuánto
mas le costásteis
á
mi buen Jesus : Señor mio, poned los ojos en
vuestrn preciosa sangre,
y
no en esta rnia, que es tle un grnlllle pe–
cador: dad luz
á
esta vuestra alma para
1p1e
se vea, <ladle la mílno
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