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trn

Lt\. SATlS[lACC[l)N

VOLUNT~RI;\.

:247

á

san Juan Crisóstomo

y

te habrá consolado; pues oye ahor::i

á

san

Gcrónimo

(l)

y

haz lo que dice Mcla11ia, de quien él escribe

á

Pau–

la: que el dia que su mariJ.o murió, antes que le enterrasen se le

muri eron dos hijos,

y

no derramó uua sola L1grima, sino se estuvo

en pie sin

moverse~

y

al cabo eclHíntl osl'

á

los pies Je Jesucristo,

le

dijo con buen semblante: yo os entiendo, Seüor, todo el corazon

q11ereis, ahora os serviré libremente, pues me haheis quitado la

carga

y

el estorbo.

¡Oh

santa

y

sabia mujer, que en la misma pér–

rlida y desconsuelo supo hallar

el

alivio

y

cousuelo

! ¡

Quésabiuuría

tan grande, acndir luego á Cristo en la adversidaJ

y

trnhajo

!

Es–

tás triste (Ji ce Santiago ), ahor:.i levanta el corazon

á

Dios. ¿De

dónde te vi ene el scntir pena de la muerte _del marido, sino, de te-·

ner puesto el corazon en él? ¿Y de dónde el sentirlo con derrni"sía,

sino del amarlo demasiadamente? Levanta, pues, el corazon

á

Dios,

quitándolo de la criatura,

y

no solo no sentirás tanta pwa, sino te

aliviarás. Acuérdate de Dios,

y

Je lo que él te ama,

y

de lo que

merece ser amado de

tí,

y

1le lo que le rlebes,

y

llenarse ha de con–

suelo tu alma. Vuelve, pues, las lcigrimas cu gozo,

y

alaba

á

Dios,

que te allana el camino, para que corras á él

y

te quila los impedi–

mentos, para que le ames

y

sirvus mejor que has

La

aquí. Si cortó la

mnerte e11 agraz el fruto de tu vientre, fue porque el demonio no te le

llevase maduro. Si Dios te quitó el renuevo del árbol de tu casa, fue

porque suba tu amor

á

Dios,

y

no se lo llevase todo

el

pimpollo.

Cuando el jardinero del rey ve que su rnajes1.ad corta alguna flor de

sus vergeles , dá por bien

empl 1~ada

la diligencia, que puso en

plantarl;:i, en regarl a ,

y

en criarla. Así

Ja por bien empleada

.tu preñez, .tus dolores, tu parlo, tu leche, tu solcdaJ, pu es pro-

• <lujiste una ílor que agradó al príncipe del cielo,

y

la cogió para sí:

Jale gracia s por ello, que Job perd ió

tr,~s

hijas, y siete hijos jun–

tos,

y

alabó

á

Dios: que cuando se descubre el sol, no se hace

talll.O caso

1.le

las estrellas, ni lloramos porqu e se desaparecieron.

David se consoló en muriéndose su hijo, pues no habia ele darle

vida su desconsuelo.

( l )

E pi ~ !.

'25 .

lü 111.

L ad

Paol ;.1111.