Table of Contents Table of Contents
Previous Page  170 / 404 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 170 / 404 Next Page
Page Background

.VIDA DE CRISTO

le de nuevo si era Cristo·,

y

el Mesías ; respondióles Je–

sus (

Luc.

22.) : Si os lo digo, no me creereis;

y

si os

pregunto alguna cosa., no me respondereis ni me solta–

reis, porque mi hora ha llegado ya. Solo os digo que

el Hijo del hombre, que está aquí; estará bien presto sen–

tado á la diestra de DiQs -Padre. Dixéronle entonces to–

dos: iLuego tú eres el Hijo de Dios Padre. Respondióles

Jesus:

Vosotros decis

que

lo sqy.

Al oir esto exclamáron

tumultuosamente:

?,

Qué necesidad tenemos de otro tes.

timonio, una vez que nosotros mismos acabamos de oír–

selo decir por su propia boca? Y habiendo entonces pen·

sado en los medios que debian tomar para hacerle mo-

1·ir, ·resolv·iéron entregarle

á

Poncio Pilato, goberna–

dor de la Judea por los romanos, por no tener éllos facul·

tades para quitar

á

nadie la vida.

Mientras sucedia esto, sabiendo el traidor J údas que

Jesus habia sido condenado á muerte , atormentado ho–

rriblemente por los remordimientos de su conciencia

;es- /

pantado de la enormidad del delito que h abia cometi–

do,

y

penetrado de un pesar vivo, pero puramente na–

tural,. se fue al templo donde estaban algunos sacerdo–

tes

y

ancianos ocupados en sus ministerios;

y

pevándo–

les las treinta monedas de plata, les dixo: ¡He pecado

entregando la sangre del Justo!

i

Quién dixera que una

confesion como ésta no debía haber movido

á

aque–

llos impíos? Sin embargo, éllos se contentáron con de–

cirle:

i

Qué se nos da á nosotros de

eso~

Miráras1o an–

tes. Viendo aquel desventurado que nada remediaba con

su retratacion, e11 lugar de recurrir

á

la infinita bon-

dad de su buen Maestro, que ciertamente hubiera te–

nido misericordia .de él si se hubiera arrepentido de ve–

ras , se abandonó

á

la desesperacion ;

y

habiendo arro–

jado los dineros en el tem?lo delante de los sacerdotes,

se

fué

de

allí,

y

se ahdrco. Cogiéron

el

dinero los an.

cianos, pero no quisiéron echarle en el tesoro del templo,

porque era, decían éllos, prec:io de sangre; sino que com–

práron con él el campo de un ollero para que sirviese

de sepultura

á

los peregrinos;

y

este campo se llamó

desde entonces

Hacé!dama;

esto es ·,

el

campo de la san-

, gre.

Así

se vió cumplido lo que habia predicho formal–

mente el profeta

Zacarías: (

Zach.

1

i.)

Que

Cristo

se-