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.VIDA DE CRISTO
le de nuevo si era Cristo·,
y
el Mesías ; respondióles Je–
sus (
Luc.
22.) : Si os lo digo, no me creereis;
y
si os
pregunto alguna cosa., no me respondereis ni me solta–
reis, porque mi hora ha llegado ya. Solo os digo que
el Hijo del hombre, que está aquí; estará bien presto sen–
tado á la diestra de DiQs -Padre. Dixéronle entonces to–
dos: iLuego tú eres el Hijo de Dios Padre. Respondióles
Jesus:
Vosotros decis
que
lo sqy.
Al oir esto exclamáron
tumultuosamente:
?,
Qué necesidad tenemos de otro tes.
timonio, una vez que nosotros mismos acabamos de oír–
selo decir por su propia boca? Y habiendo entonces pen·
sado en los medios que debian tomar para hacerle mo-
1·ir, ·resolv·iéron entregarle
á
Poncio Pilato, goberna–
dor de la Judea por los romanos, por no tener éllos facul·
tades para quitar
á
nadie la vida.
Mientras sucedia esto, sabiendo el traidor J údas que
Jesus habia sido condenado á muerte , atormentado ho–
rriblemente por los remordimientos de su conciencia
;es- /
pantado de la enormidad del delito que h abia cometi–
do,
y
penetrado de un pesar vivo, pero puramente na–
tural,. se fue al templo donde estaban algunos sacerdo–
tes
y
ancianos ocupados en sus ministerios;
y
pevándo–
les las treinta monedas de plata, les dixo: ¡He pecado
entregando la sangre del Justo!
i
Quién dixera que una
confesion como ésta no debía haber movido
á
aque–
llos impíos? Sin embargo, éllos se contentáron con de–
cirle:
i
Qué se nos da á nosotros de
eso~
Miráras1o an–
tes. Viendo aquel desventurado que nada remediaba con
su retratacion, e11 lugar de recurrir
á
la infinita bon-
•
dad de su buen Maestro, que ciertamente hubiera te–
nido misericordia .de él si se hubiera arrepentido de ve–
ras , se abandonó
á
la desesperacion ;
y
habiendo arro–
jado los dineros en el tem?lo delante de los sacerdotes,
se
fué
de
allí,
y
se ahdrco. Cogiéron
el
dinero los an.
cianos, pero no quisiéron echarle en el tesoro del templo,
porque era, decían éllos, prec:io de sangre; sino que com–
práron con él el campo de un ollero para que sirviese
de sepultura
á
los peregrinos;
y
este campo se llamó
desde entonces
Hacé!dama;
esto es ·,
el
campo de la san-
, gre.
Así
se vió cumplido lo que habia predicho formal–
mente el profeta
Zacarías: (
Zach.
1
i.)
Que
Cristo
se-