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SEÑOR

NtJEst:Rb;

J'·61

h"acia todo el

d~lito

de aquel inocente, crey6 queencontra–

ria mas justicia, mas razon

y

mas humanidad en el pueblo .

que en los gefes; y así les propuso

á

cuál de dos querian

que pusiera en libertad (estaba en posesion de pedir la sol–

tura de un reo en ·su fiesta de pascua};

á

Jesus cuya santi–

dad era universalmente conocida de todos ,

y

que jamás

les habia hecho sino bien; ó

á

Ba rrabás, famoso bandole–

ro y ladran, que en una sedicion babia hecho una muer- ·

te.¿ Quién hubiera pensado j amás que un malvado de pro–

fesion, que un asesino babia de ser preferido

á

Jesucris–

to? Lo fué no obstante, porque

lo~

príncipes de la sinago–

ga habian fascinado y embaucado al pueblo, el cual,

olvidando de un golpe todo lo que hadia admirado en

ei

Salvador, pidió

á

voces que se pusiera en libertad

á

Ba–

rrabás, prefiriéndole al Hijo· de Dios.

Pi~ato,

sorprendi–

do

é

indignado al mismo tiempo de una preferencia tan

injusta, les dixo:

i

Y qué quereis que haga de Jesus? Rcs–

pondiéron todos

á

voces:

Crucifícale.

Replicóles Pila to

con un tono de indignacion:

i

Qué mal ha hecho este hom–

bre? Pero el pueblo, levantando mas el grito, no cesaha

de clamar:

Crucifíca!e, crucifica/e

:

creyó Pilato que el

medio d

e apl

acar el furor

y

la rabia del populacho eta

poner

á

Jes.us

en un estado capaz de causa1' lástima

á

lo$

tnas inh

umano

s y mas furiosos. Mandó, pues, que rasga–

sen las espaldas

á

Jesus con un torbellino de azotes, bas–

ta ponerle en estado de moverá compasion

á

los mas bár–

baros. Exec -tóse la órden con tanta crueldad , que aquel

adorable cuerpo, naturalmente tan delicado' parecia un

esqueleto. Solo se cesó de descargar sobre él cuando se le

vió

á

punto de espirar. Sin duda no hubiera sobrevivido

el Salvador

á

un tan horrible tormento , si no hubiera

prolongado su vida por mil.agro para sacrificarla en la

cruz.

Todo es extraordinario, todo es contra todo sentimien–

to de razon

y

de humanidad en la pasion de Jesucristo:

un Hombre-Dios es quien padece,

y

padece como Hom–

bre-Dios. Luego que le hubieron desatado de la columna

ó

poste á que le habian atado, ecbáron sobre él un manto

viejo de púrpura

ó

g ra na. Lo que muestra claraménte que

todo era excesivo, todo monstruoso en aquel brutal pr.o–

cedimiento, es, que aquellas furias del infierno, juntando

Tom. PI.

L