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...
SENOR NUESTRO.
cualldad; pero
J
esus no le respondió palabra. Pilato,
cada vez mas atónito, le dixo:
z
No sabes que tengo po–
der para hacerte morir en una cruz y para
librarte~
·i
Cómo, y
á
qué
fh1
este silencio? No tuvieras sobre mí
ningun poder, dixo entonces Jesus, si no
se
te hubiera da–
do de lo alto, para que se cumpla n los designios dela di–
vina providencia; por esto
1
s que me han entregado á ti
son mas culpables que tú. Esta respuesta, llena de misterios,
movió á Pilato á hacer nuevos esfuerzos para librarle; pe–
ro los judíos, que conocian la floxedad y cobardía del go–
bernador , exclamáron : Si no das la muerte
á
este hom–
bre que ha querido hacerse rey, te declaras enemigo de tu
príncipe. Esta reconvencion le aterró,
y
viendo que el tu–
multo tomaba cada vez mas cuerpo, se sentó en su tribu–
nal; y habiendo mandado que le traxesen agua, se lavó
las manos á vista del pueblo, y
protex.tóque no tenia par–
te alguna en la muerte de aqi.iel justo, y que no queria ser
responsable de su sangre. Entonces el pueblo exclamó:
Caiga su sangre sobre nosotros
y
sobre nuestros hijos;
que fue como decir: nosotros nos cargamos con el delito.,
y
salim6s
á
la pena que deba venirnos por su 1nuerte. Es–
ta imprecacion cayó tan visiblemente sobre aquella des–
venturada nacion, que todavía lleva sobre sí la pena de un
delito tan negro, y llevará hasta el fin de los siglos. Ce–
diendo Pilato
á
un vil respeto humano, y yendo contra·
su propia conciencia, dió la sentencia
y
condenó al Salva–
dor del mundo
á
se1 crucificado. Jamás se_vió juicio inas
injusto ni mas irregular. El mismo juez· que dió la senten.–
cia puso al cielo por testigo de la irregularidad --de élla.
Pero despues que un Dios se ha dignado hacerse hombre,
y
este Dios hecho hombre ha querido morir para satis-–
facer
á
la justicia divina por todos los hombres, no hay
que esperar sino excesos, sino hechos los mas incompren–
sibles al espíritu humano.
Como cua_ndo se pronuncio la sentencia era la víspera
del sábado, se aceleró la execucion : arrancáronle al Sal–
vador el manto de púrpura con que estaba cubierto el
cuerpo; pero como aquel adorable cuerpo
er~
todo una
llaga sangrienta,_habíase pegado el manto con los huesos
de modo, que al arrancarle fue preciso arrancarle los pe–
dazos de carne que habian quedado sobre aquel "agrad<;>
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