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SEÑOR

NUEST-RO.

los Santos en el seno de

Abrah~n,

en donde descansan los

santos patriarcas. San Agustin, san Crisóstomo

y

san Ge–

rónimo son de parecer que el buen ladran entró aquel mis–

mo dia en el cielo, en donde Jesucristo, en cuanto Dios,

no dexaba jamás de estar. Este dichoso

pr~destinado,

cu–

ya memoria celebra la Iglesia, fue

bau~iza:do

en ,su propia

sangre, é inmediatamente despues de su muerte entró en

posesion de la eterna bienaventuranza. ¡Qué suertes tan di–

versas las de estos dos pecadores que mueren al lado de Je·

sucristo en el gran dia de su misericordia! Solo úno se

convierte, el ótro muere en su iinpenitencia. ¡Oh,

y

como

este exemplo prueba visiblemente que son raras las con ver·

siones

á

la hora de la muerte! De dos pecadores que znue·

ren

á

lqs ojos de Jesucristo,

á

su lado,

y

rociados de aque–

lla preciosa sangre que se derramaba

por

todos los hom–

bres en remisicrn de sus pecados, solo uno se convierte,

y

el ótro muere en la impenitencia final. A vista de esto,

contad sobre las conversiones diferidas para la hora

de

la muerte.

La santísima Vírgen tenia demasiada parte

en

el sacri·

ñcio de

su

querido hijo para no hallarse presente á él: no

se babia movido en toda la pasion de su hijo

á

solicitar de '

.los jueces que le pusieran en libertad . .

ni

á

d:fender su ' ino-.

eencia:

instruid~ pcd~ctamente

de todo el misterio de

nues–

tra

redencicrn, no dió un paso para impedir un sacrificio

en

que élla misma había consentido, y cuya víctima habia

ofrecido élla misma; pero quiso hallarse en el Calvario

y

al pie de la cruz para consumar con él el cruento

sacr1'ficici~

Imagínate cuál sería sp '!olor·,

y

qué

cuchillo traspasariá:• .

su alma..Juan, a·quel d1sc1pulo tan amado

y

tan

fa

voreci–

do, amab'a con demasiado ardor

á

~u

.divino Maestro para

aban~onade

en su

m~~rte.E?contro~e

iguaJmente al pie de la

cruz JUnto á la santts1ma Vtrgen. V1endo Jesus á su

madre~

la dixo con una voz moribµnda

y

afectuosfi:

Muger, veis

ahí á tu hijo,

hablando de san Juan. Despue dixo al dis–

cípulo:

Ves ahí á tu madre,

hablando de la santísima Vír–

gen;

y

desde aquella hora la recibió el discípulo por suya,

mirándola co1no

á

madre ,

y

portándose con élla

como

hijo.

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l -