SEÑOR NUESTRO.
173
§.
LXI.
La
sepultura de Jesucristo.
Como todo esto habia sucedido en la víspera del sába–
do,
y
los cuerpos no debian quedar
sobr~
la cruz el dia
de fiesta, · rogáron lqs judíos
á
Pilato mandase quebrar
las piernas
á
los
~rucificados
para acelerar su muerte, lo
que se executó con los dos ladrones que se encont-ráron
todavía vivos; pero viendo
lo~
soldados que Jesus esta–
ba muerto, uno de éllos, llamado Longinos, se contentó
con abrirle el costado con una lanza,
y
al punto salió
de él sangre
y
agua. El que lo vió, añ.Jde san Juan, dió
testimonio
d~
éllo,
y
su testimernio -es verdadero,
y
él
sabe que dice la verdad ,
á
fin que vosotros mismos lo
·crea is tambien. San Juan insiste particularmente sobre es–
ta circunstancia para mostrar que Jesucristo tenia verda–
dero cuerpo, que babia muerto verdaderamente,
y
que
el efecto principal de
$U
muerte era lavarnos de las man–
chas de nuestros pecados. Tambien se vió en esto cum–
plida l<\ Escritura, que dice: No le quebrantaréis hueso
alguno:
Os ejus non conf'ringent.
Estas palabras se dixé–
ron del cordero .pascual, que era figura :del Salvador in–
molado
por
los hombres,
y .
contenían al mismo tiempo
una profecía de lo que babia de sucederle
á
Jesucristo.
Mientras que pasaba es
to enel Cal v.ario, José de
A
ri–
matea, que er:a un hombre
m.uyrico
y
distinguido entre
Jos judíos,
y
discípulos de
Jesus, aunque oculto por te-–
mor á los judíos, y que no babia tenido parte en la
ti-'
ranía de
éllos contra el Salvador, se
fue
á
Pila to
eon grande osadía,
y
le pidió le permitiese dar sepultu–
ra
á
Jesus. Habiéndoselo concedido Pilato, José
y
Nico–
demus, otro discípulo oculto del Salvador, desenclaváron
su adorable cuerpo, le baxáron de. la cruz;
y
habiéndo–
le embalsamado, sin temer la indignacion de los prínci–
pes de la sinagoga , los que consternados
á
vista de lo
que babia sucedido en aquella muer"te, de la que el pue–
blo empezaba
á
murmurar mucho, no se. atreviéron
á
opo–
nerse, le envolviéron en una sábana nueva,
y
le pusié-
/
•
/