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SENOR NUESTRO.
153
Salvador reprendió
á
Pedro ,
y
tocando la oreja de Mal–
eo, le sanó. Habiendo
perm~_tido
Jesus que pusieran lás
manos en él, le atáron como
á
un delincuente,
y
le lle–
váron á casa de Anás, que babia sido sumo Sacerdote,
·y
que todavía era mirado como el príncipe de los sacerdo–
tes. El tal Pontífice al instante dió aviso de lo que pa–
saba
á
Cayfas su yerno
1
que le babia sucedido en el exer–
cicio de su empleo, para que hiciese juntar el gran
consejo,
y
no se perdiera un momento de tiempo para
deshacerse de aquel hombre. Fue tan grande el gozo que
tu viéron entonces los principales del pueblo
y
de
la sina,..
goga, cuanto
habi~n
te1nido no poderle prender
jam.ás,
y
porque se habian rezelado siempre que
~e
les ha
bía deescapar de las rñanos por med'io de algun milagro,
de~
xándolos siempre en la duda de que fuese ó no verdade.:..
ramente el Mesías. Su prision les aquietó,
y
les hizo es–
perar que conseguirían perderle,
y
con su muerte con–
vencerse que no era el Hijo de Dios ni el Mesías.
·
§.
LIII.
Jesucristo en casa de Anás y de Cayfas
,
en donde
dice que es el Hijo de Dios.
Mientras se juntaba el consejo, Anás lleno
d·e
gozo
por tener preso
y
en su presencia á Jesucristo, le hizo
muchas preguntas sobre su doctrina
y
sus discípulos. Res–
pondióle Jesus , que él nunca había dogmatizado en se–
creto, que su doctrina era conocida de todo el mundo,
y
que sobre esto podía él
mismo
informarse de los que
le habian oido. A estas palabras, uno de los ministros
que estaban al lado de Jesus tuvo la insolencia de darle
una bofetada , diciendo:
i
Así respondes al
pontífice~
(
Joan.
18.)
Queriendo Jesus hacer ver que no babia fal–
tado al respeto debido al pontífice, le replicó:
Si he ha–
hlado mal, dime · en q'ué;
y
si bien,
¿por
que me
hieres~
Si el Salvador hubiera callado, su silencio quizá se hu–
biera interpretado como confesion de una falta que de nin–
gun modo había cometido;
y
su honor
y
el de su· Padre
pedían que su inocencia estuviera exenta de toda sospe-
cha de
culpa.
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