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SENOR NUESTRO.

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píritu

santo. (

Matth.

26_. ).

E~hortóles

á

gu~rdar·

todos

sus mandamientos, especialmente el de la candad frater–

na: les predixo tambien las persecuciones que se levan ...

tarian contra éllos; pero los aseguró que les daría su gra–

cia para que las llevaran no solo con paciencia, sino tam–

bien con alegría. Finalmente, despues de haber hecho una

tierna deprecacion á su Padre, lo primero en favor de sus

apóstoles, los que le recomendaba en particular,

y

lo se–

gundo en favor de todos los horpbres en general;

y

des–

pues de haber dicho que el mundo sería siempre sil ene–

migo,

y

que siendo vencido el demonio,

y

desarmado por

su muerte, substituiria en su lugar al espíritu del mundo

para hacer continuamente la guerra á los fieles (toda es–

ta admirable deprecacion que

hi~o

el Salvador

á

su Pa–

dre, se puede ver en el capítulo diez y siete del evan–

gelio de san Juan), pasó Jesus el torrente Cedron que co–

rre

á

la falda del monte Olivete,

y

vino con sus apósto–

les á una especie de quinta, llamada Getsemaní, en don- .

de babia un huerto, en el cual pasaba regularmente las

noches en oracion. Llegado allí, .dixo á sus apóstoles, que

quedaran y pasaran parte de la noche en oracion para

pedir á Dios la gracia de la fidelidad

y

de la perseve–

rancia.

Tomando Jesus consigo

á

Pedro, Juan y Diego, se me–

tió con éllos mas adelante en aquella soledad;

y

habién.:..

dose apartado de éllos como un tiro de· piedra, empezó

á

apoderarse de su corazon un temor, un tedio

y

una tris–

teza mortal. Quiso manifestársela

á

sus tres queridos dis–

cípulos, diciéndoles:

Tengo una tristeza mm·tal; esperad

aquí,y

velad conmigo (Matth.

26.).

El Salvador podia des–

echar fácilmente aquel temor, aquel excesivo tedio,

y

aquella profunda tristeza: aquellos movimientos le eran

libres, por cuanto su alma gozaba de la bienaventuranza,

y

veía á Dios intuitivamente

y

en sí mismo; pero quiso

sentir en su corazon

y

en su cuerpo toda la amargura

y

todo el terror que causa á los hombres la cercanía de la

muerte, para mostrarnos el exceso de su amor , cuánto

le costaba nuestra salvacion, y asímismo para consuelo

de sus siervos,

y

para enseñarles con su exemplo lo que

debian hacer cuando se viesen en semejante estado.

Viendo Jesus que sus

discípulos

estaban

muy

acosados

Tom. VI.

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