VIDA DE CRISTO
del sueño, se retiró á
un
lado;
y
postrándose allí
el
ros–
tro contra la tierra, empezó su oracion, diciendo:
Padre
mio, si es posible , pase de
mi
este cáliz; sin embargo , no
sea como yo lo quiero, sino como
tú.
Pa rece que el Salva–
dor nada olvida para sentir, aunque e Hombre-Dio , aquel
montan espantoso de oprobios
y
de humillaciones,
y
para
padecer todos los horrores de la muerte, como si no fue–
ra sino un puro hombre. No ignoraba que su muerte es–
taba resuelta en los decretos eternos: él mi smo h ab ía a en–
tido
á
éllos,
y
los habia firmado voluntariamente;
y
a
í
Ja voluntad humana no es aquí opuesta
á
la voluntad di–
vina; solo mue tra la repugnancia natural que todo hom–
bre tiene
á
las aflicciones
y
al dolor segun el apetito na–
tural; despues de lo cual la parte superior, que es la ra–
cional, declara su conformidad
y
su entera _sumision
á
la
voluntad divina.
Por tres veces hizo el Salvador la mi ma oracion, siem–
pre con la misma res :gnacion, sin embargo de sen ti r en
sí la misma repugnancia . Habiendo ido adonde est aban
sus
tres discípulos,
y
habiéndolos hallado dormidos, se
les quejó amorosamente de la poca parte que mostraban
toma r en su tri teza: Qué,
iºS
dormis? les dixo:
iªº
ha–
beis podido velar siquiera una hora conmigo? Velad
y
·Orad para que no entreis ni caigais en la tentacion :
es
verdad que el espíritu es fuerte
y
está pronto; pero la
carne es enferma
y
fl aca; fue como d ecirles _: ha pocas
horas que todos queríais morir conmigo; ·
y
cuando me
veis como en la agon ía, no t eneis ya ni fervor ni ali n–
to , sino que os dormis . Cuando no vemos la muerte si no
de lejos, la desafiamos; pero cuando es necesario luchar
con élla brazo á brazo, la flaqueza de la ·carne se rinde
por lo comun á la fuerza del espíritu;
)7
si no le pedi–
mos á Dios por medio de la o acion que no , fo r tifiq ue
contra el temor de la muerte, nos acobardamos
y
caemos
debaxo.
San Lúcas dice (
Luc.
21,)
,que vino un ángel del cie–
lo
á
confo r tar al Señor. Je ucri to tenia en sí mi smo to–
da su fortaleza
y
todo su consuelo para no temer
á
Ja
m uer te que veía tan próxima : no tenia necesidad del mi–
ni terio de un ángel; sin embargo , qui o admitir e te con–
suelo, así como quiso abandonarse al temor
y
á
la tris-