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VIDA DE CRISTO
Entretanto, juntóse el gran consejo en
casa
de
Cay–
fas,
adonde lleváron al Salvador como
á
un reo para
ser juzgado. Su muerte habia sido decretada unánime–
mente por todos los que le componian, aun antes de oir–
le; pero por guardar alguna apariencia de formalidad,
hiciéron venir algunos falsos testigos que habian sobor–
nado., todos gente de la hez del pueblo; los cuales de–
pusiéron que le habian oido decir, Que aunque se des–
truyera el templo de Dios, él le reedificaria en tres dias:
Jesus lo babia dicho en efecto, hablando del templo de
su cuerpo que habia de ser como destruido por la muer–
te,
y
como reedificado tres1dias despues por su gloriosa
resurreccion ; pero fuera de que los testigos sobornados
no se convenian en lo que decían , todo cuanto se de–
ponía contra él no era suficiente para hacerle reo. Vien–
do el sumo Sacerdote que Jesus no decia palabra, se le–
vanta,
y
1e dice: Te conjuro de parte de Dios vivo que
nos digas si tú eres Cristo hijo de Dios bendito. Respon–
dióle Jesus :
Tú lo has dicho
que
lo soy;
y
ademas os digo
gl/;e de
aquí
.á
poco ve
reisal Hijo del hombre (ll1atth.
'23.)
(este era el nombre q.ue por lo comun tomaba el Salva–
dor cuando solo quería hablar de su humanidad)
sentado
á
la
diestra de la virtud de Dios venir sobre las nubes del
-
cielo.
O ida esta res puesta por el Pontífice , rasgó sus ves–
tiduras, (era·esto mostrar que acababa ·de oir una blas–
femia) y exclamó : Ha blasfemado;
i
para qué deseamos
nrns testigos'? ¿No habeis oido vosotros mismos la blas–
femia ?
i
qué os parece? Respondiéron todos que mere–
cía la muerte; y le condenáron
á
morir. Condenado así
á
muerte Jesus por el Pontífice
y
por todos los que com–
ponian el sanhedrin ó gran consejo, fue entregado á la
insolencia de los soldados
y
á
la brutalidad de los cria–
dos, los cuales pasáron lo restante de la noche en usar
con Jesus de toda suerte de burlas y de insultos en el
atrio de palacio. Escupíanle en la cara , dábanle de pu–
ñadas;
y
hubo quienes al abofetearle, le decían por irri–
sion: Cristo, muéstranos
que
eres profeta; adivina quién
es el que te ha herido. Nunca reo, por infame que fue e,
nunca esclavo el 1nal vil fue tan maltratado , tan ul–
trajado, ni se vió tan harto de oprobios; pero era pre–
c.fso que todo lo que habia sido predicho del' Mesías se