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SENOR NUESTRO.
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baño aquella ovej a descarriada , exclamó : Ha veo ido la
salud
á
esta casa; y si Zaqueo
fue
mirado hasta
aquí
por los
judíos como un ext rangero
y
un pagano,
su
fe le ha hecho
uno de los hijos de Abrahan, no menos que lo
son
éllos .
.
Algunos de
los
que le oían con admiracion ., creyéron
que iba á aparecer bien presto el reyno glorioso del Me–
sías, tal como éllos se le -figuraban; y que yendo Jesus
á
Jerusalen, podria muy bien en la fiesta de
la
próxima
pascua , establecer este reyno , del cual les babia hablado
tantas veces; pties no podian desimpresionarse de la idea
que habían formado de la persona
y
reyno temporal del
Mesías; pero el Hijo de Dios, que conocía sus pensamien–
tos, les propuso una parábola, en que les daba á en tender
que todavía no babia llegado el tiempo en que el Me–
sías debía dexarse ver con todo su poder y magestad: que
su reyno no
se
estableceria sino despnes de haber
sido
inaltratado él 1nismo por sus propios súbditos, los cua–
les no habian de querer reconocerle por el Mesías sino
despues que sus siervos hubiesen padecido los mayores
tormentos, y hubiesen sido tratados con la misma cruel–
dad que
~u
Señor; finalmente, que en el juicio final, que
ser ía el
gran
dia de los premios y de las venganzas, sería
pro piamente cuando brillaría su magestad y su g1oria
á
los ojos
de
tO':ÍOS
·los hombres.
D espues
de
estt: razonamielilto se puso Jesus en
cami–
no para irá Jerusalen, lo que sucedió seis dias antes de
la
fiesta de pascua. L1egado á Betánia, en donde babia
re–
sucirndo pocos dias babia
á
Lázaro, hermano de Marta
y
de María., Simon, por sobrenombre el Leproso, quizá por
haber sido curado de la lepra por el Salvador, le suplicó
se
dignase cenar con
él.
Lázaro
fue
uno de los convidados,
y Marta quiso
s@it:~ir
á
la mesa. Durante la cena,
Ma–
ría ,
hermana de Lázaro
y
de Marta, vino
á
derramar so–
bre
los pies de- Jesus un bálsamo muy oloroso de
un
nar–
do excelente,
y
de mucho valor; pues lo que derramó tan–
to sobre
lo~
pies como .sobre la cabeza, se .a preció en
ciento
y
cincuenta libras ó pesetas. Llenóse toda
la
casa
del olor del bálsamo. Júdas, C!quel apóstol traidor, lo mur–
muró en voz
bastante alta, dici'endo:
i
A
qué
fin
~sta
pro–
fusion
y
este engaño?
i
N_o valia mas
yen~er
..
este, precio–
so- bálsamo,
y
darnos
el dinero
para
d1stnbuulo
a los
po-
i
4