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SENOR NUESTRO.

141

Escritura deciaqueCristo debia permanecer

eternamente~

i

Y cómo dices tú, añadiéron. que

es

necesario que el Hijo

qel hombre sea levantado? iQuién es

est~

Hijo del

hombre~

A

esto les respondió el Salvador, que todavía tenian con–

sigo la luz por

un

poco de tiempo: Andad, pues, les dixo,

1niéntras que teneis luz, porque cuando es de noche, no

es ya tiempo

de

caminar ni de obrar: miéntras que teneis

con vosotros la luz,

a

provecháos de élla; como si

les hu–

biera dicho: de hoy en tnas es poco el tiempo que tengo

de vivir con vosotros: aprovecháos de la facilidad que

mi

presencia os da de salvaros: va

á

llegar el momento en que

los que no hubieren querido creer en

mí,

serán abandona–

dos

á

sus tinieblas,

y

á su voluntaria ceguedad.

Dicho esto, se retiró Jesus, y se les desapareció, juzgan–

do que despues de tantos milagros como babia obrado in–

útilmente á vista de éllos, era inútil hablarles mas. Todo

esto' pasó en el templo, de donde á su llegada había arro–

jado á los que le profanaban con el mas indigno t·ráfico.

Aquella misma tarde se volvió Jesus á Betánia con sus após•

toles; el dia siguiente por la mañana vólvió

á

Jerusalen:

en

el

camino,habiéndose acercado á una higuera, y no habien–

do hallado en élla fruto, la rnaldixo, aunque no era tiem–

po de higos; secóse el árbol al instante, lo que le hizo de–

cir á

los apóstoles, que pareciéron sorprenderse del caso.,

que aquello era figura que debia hacerles entender que el

fiel jamás debe estar sin fruto. Habiendo entrado en el ten1-

plo, se vió rodeado de muchas gentes, entre las cuales ba–

bia muchos escribas

y

fariseos, los que habien!lo oido la

parábola que les propuso entonces de los convidados á

Ja

boda del hijo del rey, y que se excusáron todos de admitir

la honra que el rey les hacia; y la del amo queentrega eldi–

nero á sus criados para negociar con él,

y

que castiga seve–

ramente al criado haragan é infiel, por no haber aumenta–

do con la negociacion la suma que había recibido: finalmen·

te, habiendooido todo lo que Jesus dixo del juicio final, y de

la terrible sentencia del soberano Juez, conociéron

clara~

mente que era de éllos de quienes hablaba Jesus. Viéndo–

se, pues, pintados en la mayor parte de sus parábolas,

y

reventando de despecho, hubieran querido prenderle: pero

no se atreviéron

á

echarle la mano , temiendo ser maltra–

tados

del puelo.

Como

la

hora

de

J

esus era

ya

llegada,

no