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VI DA
DE
CRISTd
se ocultaba de éllos: por el día se dexaba ver ·en el tem–
plo, y por la
t~rde
se retiraba al monte Olivete á pasar la
noche en orac10n.
·
:
§.XLVIII.
Deliberan los
judíos sobre
los
medios de prender
á
Jesucristo.
Dos.días antes de la fiesta de pascua; es á saber, el miér–
coles, los enemigos del Salvador, que eran todos los prin–
cipales de la sinagoga,
y
los escribas
y
fariseos, se juntá–
ron en ·1a sala del sumo sacerdote Cay fas: tuvi.éron allí su
consejo para deliberar entre éllos cómo harian para pren–
derá Jesus. Puede decirse que el furor y la
ra~ia
que tenian
los prú1ci pes de la sinagoga, los doctores de la ley
y
los
fariseos por quitarle la vida á Jesucristo, no eran solamen–
te efecto de su envidia
y
de su malignidad, sino tambien
de sus remordimientos. Por maligna
y
viva que fuese su
aversion
y
su ódio contra el Salvador del mundo porque
no se las habia ahorrado con éllos,
y
porque quitándoles
la mascarilla les había descubierto todos sus desórdenes,
su soberbia
y
su
h!
pocresía ; sin embargo, la prodigiosa
muchedumbre de 1naravillas de que éllos mismos habían
sido testigos, el cumplimiento de las profecías tocantes al
Mesías, tan visible en la persona y en la conducta de Je–
sucristo:
l~
época del tiempo
y
la perfecta semejanza que
veían, .mal que les pesase, entre Jesus de Nazaret
y
la
pintura qtte los profetas habian hecho del Mesías; todo
es–
to,
á
pesar de su terca obstinacion, les hacia sospechar que
aquel hombre tan ppderoso en obras·
y
en .palabras fuese
verdaderamente el Hijo de Dios, como él mismo lo ase–
guraba. Para calmar las inquietudes de su conciencia
y
se–
renarse, se habían irnaginado que si podian conseguir el
pr~n
d-erle,
y
hacerle morir en una cruz, sería ésta una prueba
visible de que Jesus, lejos de ser el Mesías, era un impos–
tor. Así discurrian por la. falsa persuasion en que--estaban
de que debiendo el Mesías reynar eternamente, no podia
morir con una muerte igaominiosa. Por esto, viend·o al
Salvador
á
punto de espirar en la cruz, le decian insultán-