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I'.29
que lo ·que ha dicho; solo lo ha ·dicho para
qú'e - ~os
que
están presentes sepan
y
crean que es el verdadero Me–
sías, enviado por su Padre celestial, con el cual no tiene
·sino una misma voluntad.
Nótes~queel
Hijo
de
Dios .siem–
pre tiene cuidado de pei:suadir bien al pueblo que en
na·
da es inferior
á
su
Padre; si le suplica
y
habla algunas
veces corno hombre,
y
en calidad de tal como inferior á
su
Padre, mezcla siempre en su deprecacion algunos rasgos
que manifiestan su igualdad.
Dichas.estas palabras, exclamó el Salvador con un
to–
!!º
de voz
muy
alto (
Joan.
11.) :
Lázaro, ven afuera.
A
estas palabras sale del sepulcro el muerto con las ban–
das con que le habian atado los pies
y
las manos,
y eón
el
sudario que cubria el rostro. Fue este un segundo mila–
gro,
sin
el cual era imposible que un hombre , por rilas
que
estuviese resucitado y sano, ptláiese salir del sepul–
cro, teniendo como Lázaro los pies ligados
y
juntos el úno
con
el
ótro,
y
¡as manos tendidas á lo largo de sus cos–
tados,
y
atadas al cuerpo. Hizo Jesus que lo entendieran
así, cuando mandó que le desataran,
y
le dexasen
ir.
Jamás se vió prodigio tan estupendo:
¡
qué demostra–
cion mas visible de la omn.ipotencia
y
de la divinidad de
J esucristo! Ninguna cosa probaba n1as invenciblemente
que Jesucristo era el Mesías; tan convencidos de ser así
quedáron los judíos que
se
hallaban presentes., que no pu·
diéron menos de reconocerle por tal. Habian visto á
Lá-–
zaro
muerto
y
sepultado cuatro dias babia,
y
queel cadáver
olia mal,
y
estaba medio podrido: habian éllos . mismos
quitado
la
piedra que cerraba el sepulcro;
y
al solo man–
dato que Jesus intímaal muertoque salga del sepulcro, sale
Lázaro ligado todavía con las bandas,
y
envuelto en sus
mortajas. Se le desata
en
presencia de todos; éllos mismos
le desatan. Lázaro vuelto del otro mundo, . Lázaro resu–
citado abre los ojos , ve , habla , se postra á los pies de
.Jesucristo , le adora,
y
pocos dias despues se le ve á
la
mesa en compañía de otros muchos,
y
mas de sesenta años
despues predica el
evange~io
á los de Marsella,
y
convi~.r·
te
casi toda esta insigne ciudad;
y
por último ., tiene
l'J '
dicha
de
dar su sangre
y
su
vida
por aqud
Señor
que
J,e
babia sacado del sepulcro. Un milagro tan pasmoso
y
tan
evidente convirtió
muchos de aquellos
judíos que hab}'lll
Tom. VI.
1
'
SEÑOR NUESTRO.