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VIDA DE
CRISTO
tna golpe.
Veq,
le dixéron,
y
lo verás. Habiend'o
ido- .
Je us al lugar de la sepúltura; (era éste un hueco, ca va–
go en una roca, y tenia por encima una piedra; siendo, por
lo comun, los sepulcros de los judíos una especie de gru–
tas ó cuevas, cavadas en las rocas,
ó
hechas de cal y c an–
t o, y cuya entrada
se
cerraba con una piedra bastante abul–
t ada: ha.bia en dichas cuevas muchas pequeñas celdifas,
ó
nichos acomodados para tener cada uno su cuerpo. La
manera de sepultar entre los judíos era cubrir la cabe–
za
y
el rostro con uri lienzo, que los latinos
y
los grie–
gos llamaban sudario, por ser á manera del pañuelo
de
que nos servimos para limpiarnos el sudor; lo demas del
cuerpo lo envolvian en una sábana, la que se apretaba
despues cdn muchas bandas,
ó
tohallas desde los hombros
hasta los pies.) Habiendo, pues, llegado Jesus al lugar de
la sep.ultura, mandó se quit.ara la piedra que la cerraba.
Díxole entonces Marta: Señor, no puede dexar de oler
n1al, porque ha cuatro dias que está enterrado. Jesús la
replicó:
i
No te he dicho ya, que si crees verás
á
Dios
glorificado? Quitáron pues la piedra. Quiso el Señor que
se abriese el sepulcro, 4ice san Ambrosio, para que todos
los que estaban presentes conociesen bien por el hedor
del cadáver, que estaba ya medio podrido. Entonces Jesus
levantando los ojos al cielo, dixo en alta voz
(Joan.
11.).
Padre, te doy gracias porque me has oido, aunque yo sa–
bia muy bien que siempre me oyes; pero he dicho esto por
la
gente que está aquí para que crean que me has
en–
viado~
Levanta el Salvador los ojos al cielo, dicen los santos
padres,
y
se dirige
á
Dios Padre, para que no se
fo
pu–
diese acusar de que usaba de sortilegios,
y
de que h(lcia
un tan grande milagro por arte d'el dem<!>nio. Dale gracias,
porque le ha oido aun antes de haberle suplicado; y aña–
de, que sabe muy bien que su Padre siempre le oye, para
manifestar, dice san Crisóstomo, que no es como los otros
profetas que necesitan emplear los ruego/s á Dios para
obrar acciones milagrosas, sino que las hace por su propio
poder. Habla tambien como si la cosa estuviera ya hecha,
porque como no puede querer sino lo que quiere su Pa–
dre, está seguro que su Padre tampoco puede querer sino
lo que él quiere; lo cual prueba evidentemente la unidad
de voluntad y de poder en emtrámbo?. Añade el Salvador