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_,
SENOR
~UESTRQ~
! ~3
do vista. Sabemos que Dios
,no
oye á los pecadores; peri)
si alguno sirve
á
Dios
y
le obedece,
á
éste es
á
quien
Dios oye. Desde el principio de los siglqs no
~e
ha oido,
decir que ninguno ,haya abiérto los ojof
á
UJ?
ciego de na–
cimiento; si éste no viniera de parte de Dios, no pudiera
hacer nada de lo que hace.
.
Una respuesta tan prudente los puso toda
vía de masmal humor: Tú no eres sino pecador desde el
vientre.detu madre, le dixéron., y quieres hacer de doc
tor , y en–señarnos;
y
con esto le echáron de allí. Habiendo sabi–
do Jesus que le habían e chad'o fuera,
y
habiéndole encon–
t rado, le dixo:
i
Crees en el Hijo de
Dios ~
i
Y quién es,
Señor, respondió; quién es el Hijo de Dios para que
yo
crea en
é l~
D íxole entonces Jesus: Le has vist,o, y es el
mismo que habla contigo. Entonces excla1nó aquel hom–
bre: Creo., Señor; y postrándose
á
sus pies, le adoró. En–
t onces el Salvador, dirigiendo la palabra
á
todos los ci r–
cunstantes, dixo: He venido al mundo para hacer j usti–
cia; como si dixera., para manifestar un secreto impene–
trable de la divina Providencia, que aunque espantoso,
no dexa de ser justo, pues se funda en el endurecimien–
to voluntario de los malos. He venido para que los que
son ciegos , vean ; y para que los que ven, quec;leN
ciegos~
¡
Los gentiles que están en tinieblas, abrirán .un dia los ojos
á
la luz;
y
los judíos, que por todas partes están . rodea-
.dos de . luces, cerrarán los ojos, y vivirán en una noche
sombría. Los sacerdotes, los fariseos, y los doctores de
la ley, que están dotados de tantas luces, ·estarán ciegos
en medio de sus mismas luces; y los mas sencillos de en–
tre el pueblo, que tienen un corazon recto y un esp ' ri–
t.u mas dócil, serán alumbrados de la luz de la fe
y
de
la verdad.
El juicio que dice Jesus viene hacer, y la justicia que
viene
á
exercer, se toma aquí por la condenacion que
hace Jesucristo de los judíos presuntuosos y end urec idos
y por la _gracia que hace
á
los gentiles de llamar los
á
la·
Iglesia , mi éntras que los judíos serán excluidos de élla
por su orgullo
y
su presuntuosa incredulidad. Así lo ha–
bian predicho , hablando del Mesías, Jeremías, Isaías
y
el santo viejo Simeon.. Comprendiéron muy bien los fa–
riseos que esta terrible amenaza hablaba con éllos;
y
en
Tonz. 171.
H