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VIDA DE CRISTO

la

mesa sin haberse lavado antes las manos; el Salvador,

que penetraba todos sus mas secretos pensamientos, se

valió de esta ocasion para quitar la mascarilla á su hipo–

cresía, y hacerles conoce·r las groseras ilusiones de que se

alimentaban.

Vosotros los fariseos, les dixo con un tono .de maes–

tro,

teneis gran cuidado de purificar el exterior de la co–

pa y del plato; y el aseo exterior es una de las partes

de vuestro carácter, al paso que teneis el alma mancha–

da con mil pecados de que haceis poco escrúpulo; vues–

tro corazon está lleno de rapiñas y de iniquidad ; y con

tal que vuestras manos

est~n

lavadas, estais muy

tr~n­

quilos (

Luc.

11. ).

Insensatos,

i

ignora is que Dios no hace

caso sino de la inocencia y de la pureza inte-rior,

y

que

cuando el corazon está corrompido, la limpieza exterior

~olo

hace que el hombre sea un sepulcro

blanqueado~

Vos–

otros

pregonais vuestras pretendidas buenas obras, . ha–

ceis alarde de vuestros ayunos' de vuestras limosnas,

y

de vuestra aparente regularidad: Hipócritas,

i

qué ganais

con esta ostentacion d€

virtud~

La

estimacion de los hom–

bres, y ésta es toda vuestra recompens a. ¡Infelices de vos–

otros, que por ser

un

poco estimados de los hombres sois

reprobados de Dios!

¡Ay de vosotros., añadió el Salvador, que os co_nten–

tais corl pagar el diezmo de los frutos de vuestros huer–

tos, y violais al mismo tiempo la ley en los puntos mas

ctsenciales, y descuidais de hacer justicia

á

los hombres,

y

de amar

á

Dios! Está muy bien que hagais esas cosas;

pero no debíais omitir estas ótras. ¡Ay de vosotros, que

haceis escrúpulo de las cosas menores,

y

cometeis los mas

enormes delitos sin remordimiento! Sois semejantes á los

que tie nen miedo de tragarse un mosquito,

y

no repa–

ran, por decirlo así, en tragarse un camello. Gustais ocu.

par los primeros puestos en las juntas: deseais ser salu–

dados en los sitios públicos;

y

con pretexto de vues–

tras

largas oraciones , os creeis con derecho para opri–

mir

á la viuda

y

al huér:fano,

y

para cometer mil in-

justioias.

·

Lus doctores de la ley no dexáron' de conocer que

todas estas reconvenciones recaían sobre éllos;

y

así to–

mando la palabra uno de éllos , le dixo : Maestro , .tam-