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SENOR NUESTRO.

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rá guerras, divisiones, revoluciones: levantaránse unas na-

/ cjones contra ótras;

la

paz será desterrada hasta en

las

familias: no se verán sino fantasmas , fenómenos espan–

tosos, presagios funestos: los vivos estarán tan pálidos

y

tan asustados, que mas tendrán caras de muertos que .de

vivos: el rnundo en aquellos dias de tribulacion no será

habitado sino de esqueletos., hasta que los va yvenes

fre–

cuentes y violentos de la tierra, que se abrirá por todas

partes, hagan conocer claramente que toda la masa se

va á disolver: la horrible furia del mar se hará oir por el

ruido de sus olas , las que encrespándose

y

leváptandose

como montañas, no presentarán á los ojos sino horroro–

sos precipicios: el cielo, todo fuego, no mostrará ya as–

tro alguno brillante: todo resplandor se extinguirá;

y

aque–

lla

profunda noche fecunda en rayos, que se verá partir

de entre un fuego que

la

mano del Todopoderoso habrá

encendido, anunciará, digámoslo así, los funerales del

mundo: los lloros, los gemidos, los gritos de desespera–

cion de todos los hombres,

y

los ahullidos espantosos de

todos los animales, harán sentir bastantemente que llega

el fin del mundo ; sin embargo , todas estas cosas

no

serán sino anuncios ,

y

como el preludio del juicio final.

Figuráos co1no podais, cuál será la consternacion de los

hombres al ver este espantoso trastorno del universo. Fe–

lices entonces, no los graneles; no los reyes de

la

tierra~

á

los cuales su poder no les será de socorro alguno: fe–

lices solo los justos, á quienes su inocencia asegurará

y

consolará, cuando verán comparecer sobre las nubes con

un g ran poder

y

una gran magestad

al

Hijo del hombre,

precedido de su cruz, como de su estandarte,. baxo

la

cual se pondrán en órden todos aquellos que habiéndo.,

se alistado en la milicia del Salvad or, hubieren muerto en.

su

servicio. Entonces., habiendo resucitado

ya

todos los

hombres, comparecerán ante su tribunal para ser

juzga~

dos , y para oir la sentenda irrevocable de su eterno des–

tino.

Por lo que mira al dia

y

hora de este espantoso

suceso~-

de que nadie, excepto mi, Padre, tiene la. menor noti–

cia, este momento está oculto aun á los mismos ángeles;

y

así vosotros no esteis impacientes por querer sa–

berlo;

1~

que

debe~s

hacer es, disponeros por medio de