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JI4
VIDA
DE ~CRISTO
despique, le dixéron: Qué,
i
somos nosotros
ciegos~
Si
fuéseis ciegos, les respondió el Salvador, estaríais sin pe–
cado; pero pues decis que veis Claramente, vuestro peca–
do subsiste: Jas mismas luces
y
la ciencia que os lisonjeais
tener' hacen vuestra condenacion '
y
la quitan toda es–
cusa á vuestra infidel ·dad.
Fué
como decirles, en sentir
de san Agustín : Si vosotros conociérais que sois ciegos,
recurriría al médico; pero permaneceis pecadores, por–
que si ndo sábios
y
santos á vuestros propios ojos, no creeis
tener necesidad de nadie
qu~
os
alu ~nbre
y
os santifique.
§.
XXXVIII.
La paráhola
del buen pastor ·es un nuevo testimonio
de su divinidad.
Habiendo confundido el Salvador
1~
necia .van.idad
de
estos soberbioc; que se metían
á
directores
de
los óiros,
~iviendo
éllos mismos en una tan lasümosa ceguedad, les
propuso, baxo la parábola del pastor
y
de las -ovejas, los
tres diversos caractéres de tres suertes de personas que
se entrometen en el gobierno de las almas (
Joan.
10. ).
Les dixo , pues , que algunos en lugar de entrar en el
redil por la puerta, como el verdadero pastor, entran por
aJgun agujero , ó por otras partes , como los ladrones
para hurtar, degollar
y
perder;
y
les explicó este enig–
n1a, diciéndoles: que él era la puerta por donde se debe
entrar á conducir el rebaño. Represéntanos
al
mismo
tiempo la Iglesia como un redil'· en el cual no se puede
entrar sino por él;
y
á
los fieles como unas ovejas de que
él es el padre
y
el pastor.
·
Hay ótros, añadiq, que habiendo entrado por la puer–
ta, conducen las ovejas con un espíritú de mercenario;
de
suerte, que amándose única1nente
á
sí mismos, las
abandonan luego que ven el lobo. Finalrl1ente, hay pas–
tores buenos
y
legítimos que entran á la verdad por la
puerta haciendo que el portéro les abra; conocen
á
las
ovejas;
y
las ovejas los conocen
á
éllos por la voz:
és~
tos tienen gran cuidado de éllas, las conducen á los bue·–
nos
pastos,
y
las
.aman
hasta exponer
su
vida
por
éllas